En México se vive al borde de la celebración. La fiesta no es un acto accesorio, sino un ritual profundo donde se enfrentan el fin y el principio, el año viejo y el nuevo ciclo, con múltiples razones para sonreír y tener expectativas.
La planeación se hace con el rigor ante los detalles: la comida en la sazón exacta, la música al ritmo del corazón, los adornos precisos. Es un evento social, un acto de comunión, de comunidad, la oportunidad para construir paz y seguridad.
El fin de año en la Ciudad de México es un mosaico de emociones y celebraciones que reflejan diversidad cultural y social. Desde reuniones familiares hasta eventos masivos en espacios emblemáticos, como el Zócalo o el Ángel de la Independencia, estas festividades tienen el potencial de convertirse en ejemplos vibrantes de convivencia y disfrute colectivo.
En este contexto, es crucial reflexionar sobre cómo, desde lo ciudadano, podemos promover una fiesta de fin de año tranquila, inclusiva y sin violencia.
De los más de 13 mil reportes atendidos el 31 de diciembre y el 1 de enero pasados en la capital nacional, a través de la línea de emergencias 9-1-1 y los más de 14 mil botones de auxilio ubicados en postes de videovigilancia, el 14 por ciento está relacionado con agresiones y disturbios.
Los datos del Centro de Comando, Control, Cómputo, Comunicaciones y Contacto Ciudadano (C5) identifican a Iztapalapa, Gustavo A. Madero, Cuauhtémoc, Venustiano Carranza y Coyoacán como las alcaldías que concentran el 55.5 por ciento de ls incidencias reportadas.
En las estadísticas se revela una ventana de oportunidades para hacer de las fiestas de fin de año un momento de tranquilidad, donde se puede potenciar la disposición de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, por impulsar cultura y esparcimiento con eventos como el espectáculo de Polymarch la noche del 31 en el Ángel de la Independencia, una forma de reivindicar el espacio público como un lugar de encuentro comunitario.
Una oportunidad de llevar la fiesta en paz. ¡Felicidades!