De acuerdo con la última encuesta pública del INEGI, las agresiones a jóvenes y adolescentes fueron la principal causa de muerte en estos segmentos de la población y ubicaron al homicidio como el tipo de violencia más recurrente, a pesar del descenso sostenido que se ha experimentado en el país en este tipo de delito desde hace varios años.
Quitarle recursos humanos al crimen ha sido un objetivo de la construcción de la paz en el último sexenio y para ello se han orientado muchos programas y acciones que eviten la deserción escolar, abran oportunidades de empleo y difundan los riesgos de aceptar la falsa oferta de grupos criminales. Los indicadores disponibles señalan que todo este esfuerzo de autoridades y sociedad está funcionando, pero también que todavía hay camino por recorrer.
Los ciudadanos tenemos una tarea impostergable para contribuir a que nuestras y nuestros jóvenes ni siquiera consideren optar por un modo de vida ilegal, a través de fortalecer a la familia y mantener hogares unidos, por medio de valores y principios que convenzan a los jóvenes de que siempre hay opciones y oportunidades.
También nos toca la difusión de esas ideas que apoyan el establecimiento de una sociedad plural, abierta y en armonía, que contraste con ese espejismo de poder y riqueza instantánea que se fundamenta en el individualismo del criminal que está en la cima temporalmente y disfruta de placeres efímeros que acabarán en tragedia.
La realidad de los grupos delincuencias es muy diferente en realidad: son estructuras piramidales con dirigentes elegidos de antemano, por parentesco generalmente, que gozan de los beneficios de una base que gana poco y vive mal.
Es decir, para que uno pueda continuar con la simulación del éxito, se necesita que muchos aporten. Así que la mayoría termina por darse cuenta que el lujo barato solo es una escenografía y en ese momento aprenden lo costoso del error que han cometido.
Sin embargo, llegamos a este punto porque nos ha hecho falta comunicar bien la diferencia que hace la educación y el trabajo honesto en una persona y juntarnos como comunidad para que e crecimiento de los jóvenes sea una realidad social, no solo de política pública.
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Durante muchos años la escalera de ascenso en la sociedad mexicana se detuvo por la corrupción, los compadrazgos y una serie de intereses que marginaban a una mayoría de jóvenes que no encontraban su espacio a pesar de que contaran con la formación y la dedicación.
En la triste época “del que no transa, no avanza” el mensaje que se llevaron varias generaciones los convenció de que una de las pocas alternativas estaba en lo ilícito.
Revertir esta tendencia ha costado mucho trabajo y esfuerzo de la mayoría de los mexicanos que optamos por modificar el rumbo del país. Uno de los motores del cambio de época que vivimos fue precisamente frenar la incorporación de jóvenes y adolescentes a una maquinaria delincuencial que solo los utiliza como carne de cañón.
En casa, en la escuela, en los espacios de trabajo, todas y todos tenemos responsabilidades precisas para que ningún joven tome el camino fácil y cuente con una red de apoyo social sólida que limite cualquier posible tentación.
Los números refieren del INEGI refieren el primer semestre del año pasado, habrá que revisar lo que ocurrió en 2024 y valorar lo que arrojen las cifras del año en curso. Es previsible que serán mejores; no obstante, la misión social que tenemos todos continúa y deber ser permanente.
Recordemos que cada joven que está en la escuela, practica un deporte, tiene acceso a libros y a materiales educativos, que cuenta con tutores y mentores para guiarlo en un tiempo en el que la información es instantánea, es un joven que está muy lejos de las mentiras con las que se promociona la ilegalidad.
Este entorno seguro para las y los jóvenes mexicanos comienza en casa, se amplía al vecindario y se fortalece en la comunidad. Colaboremos para que sea haga realidad en nuestros lugares de residencia una verdad muy concreta: las y los niños, los adolescentes y los jóvenes no son el futuro, sino el presente de cualquier nación y sociedad que prosperan.