Oaxaca ha sido protagonista de los grandes procesos de cambio en México. No es casualidad que sea cuna de mujeres y hombres cuyas ideas adelantadas a su tiempo y que han trascendido por generaciones, dejando huella en la historia, las leyes y la conciencia de la nación; esa es la consecuencia de aprender y mantener viva la cosmovisión de sus pueblos ancestrales.
Tampoco es coincidencia que en Oaxaca se hayan logrado avances significativos en el reconocimiento de los derechos indígenas, si consideramos el orgullo que sentimos por nuestras raíces: los sistemas normativos internos, la jurisdicción indígena y el reconocimiento de los pueblos como sujetos de derecho; principios que son un referente en la construcción de un país democrático, justo, igualitario e incluyente.
Esto explica por qué Oaxaca ha marcado el rumbo que hoy sigue todo el país.
Por eso, en el modelo de gobierno que estamos impulsando, que combina esta visión con los principios de nuestro movimiento transformador, la Primavera Oaxaqueña, la defensa de nuestros pueblos originarios y la integración de la perspectiva intercultural se han colocado en el centro de nuestro proyecto de futuro.
Sin embargo, el reconocimiento es sólo el primer paso. El verdadero desafío consiste en traducirlo en políticas públicas y acciones de gobierno que construyan las bases de un nuevo pacto social con justicia y dignidad para todas y todos.
Con la reforma presentada por el presidente López Obrador el 5 de febrero de 2023, que entró en vigor en octubre de 2024, México cuenta ahora con un marco constitucional que significa una reivindicación con nuestras comunidades y es parte de la reparación histórica de nuestros pueblos, uno de los ejes estratégicos de nuestro gobierno. Esta reforma coloca en el centro del debate nacional a los pueblos originarios y afromexicanos, abriendo una nueva era de esperanza y florecimiento para el país.
En 2025, el reto es claro: transformar la reforma constitucional en acciones tangibles que transformen la realidad de nuestras comunidades. Bajo la política del gobierno de la Primavera Oaxaqueña, los espacios de diálogo como el Congreso de Comunidades Indígenas y Afromexicanas, buscan fortalecer el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030, liderado por la presidenta Claudia Sheinbaum, para construir el segundo piso de la transformación de México.
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Es urgente generar propuestas, desde las voces de nuestras comunidades originarias, que aseguren que temas cruciales como justicia, libre determinación, salud, educación, desarrollo local, economía y derechos de las mujeres, fortalezcan a los pueblos, en lugar de excluirlos. Este es el punto de partida para definir cómo lograrlo.
Estos ejercicios de diálogo son un paso firme hacia un nuevo modelo de relación intercultural. Porque sin Oaxaca y sus pueblos originarios, no hay transformación posible. El futuro de México no puede consolidarse sin las raíces que, desde siempre, han sostenido a este país.