Ana Peña, directora de comunicación para las Américas en Intel
Cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, el mundo pone el foco en los retos que enfrentamos las mujeres en distintos ámbitos. Y cuando se trata de carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), la conversación es aún más urgente.
A pesar de los avances, las cifras siguen mostrando una realidad compleja: según la UNESCO, entre 35% y 36% de las personas que estudian disciplinas STEM es mujer, y la brecha es aún más grande en campos como la inteligencia artificial, donde sólo 22% de los profesionales es mujer.
Pero este no es un texto para desanimarnos. Al contrario, es un llamado a la acción.
La falta de representación femenina en STEM no se debe a una falta de talento o interés, sino a barreras estructurales que empiezan desde la infancia. Estereotipos de género, falta de referentes femeninos y sesgos inconscientes han alejado a muchas niñas de estas áreas.
Pero la buena noticia es que cada vez más mujeres están desafiando estas barreras. Empresas, gobiernos y comunidades están trabajando para cerrar la brecha con programas de mentoría, becas y políticas de inclusión que hacen la diferencia.
Ejemplos hay muchos. Desde Katherine Johnson, la matemática que llevó al hombre a la luna, hasta mujeres como Fei-Fei Li, pionera en inteligencia artificial, o Katya Echazarreta, la primera astronauta mexicana en ir al espacio.
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Cada una de ellas demuestra que la innovación no tiene género y que el futuro de la tecnología es más brillante cuando las mujeres somos parte de la ecuación.
Si eres una joven con curiosidad por la ciencia, la tecnología o la ingeniería, ahora es el momento ideal para sumarte. La industria necesita más voces femeninas, más ideas innovadoras y más soluciones diseñadas desde diferentes perspectivas. Sí, hay retos, pero también hay una comunidad creciente de mujeres en STEM abriendo camino y compartiendo su experiencia.
La representación importa más de lo que creemos. Muchas de nosotras crecimos buscando referentes entre fotos en blanco y negro de científicas solitarias o inventoras ocultas en los libros de texto.
Hoy, las niñas pueden prender la TV y ver a Sara García Alonso investigando fármacos contra el cáncer en la Agencia Espacial Europea, o seguir en TikTok a Diana Trujillo, la ingeniera colombiana que guió al rover Perseverance en Marte.
Cada vez que una mujer sube a un escenario a explicar un algoritmo, diseña una solución innovadora o publica un estudio revolucionario, está derribando el mito de que la ciencia y la tecnología son territorios “para hombres”.
Esos referentes no son sólo inspiración: son permisos sociales para que las nuevas generaciones se atrevan a soñar en grande, sin pedir disculpas y seguras de ocupar espacios. Porque, al fin y al cabo, ¿cómo vas a querer ser algo que nunca has visto?
Nos toca a nosotras mantener las puertas abiertas de los laboratorios, el mundo de la programación, las salas de máquinas o las oficinas del CEO.
Así que este 8 de marzo, reconozcamos lo que hemos logrado, pero también comprometámonos con el cambio. Porque cada niña que descubre su pasión por la ciencia y cada mujer que estudia una carrera en Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas nos acerca a un futuro donde el talento y la creatividad sean lo único que defina el éxito. El mundo de la tecnología nos necesita. Y estamos listas para transformarlo.
La innovación yace en la diversidad, nunca en la monotonía.