El scooter ya no es solo un juego para niñas y niños, es un medio de transporte urbano de uso cotidiano y, en su modalidad eléctrica junto con las bicicletas, ocupa un lugar protagónico.
Su facilidad de uso, bajo costo y capacidad para sortear el tráfico citadino han posicionado a estos vehículos como una alternativa atractiva para muchas personas. Aunque no hay cifras exactas sobre su utilización, un parámetro de comparación está en las bicicletas.
La plataforma Ecobici del Gobierno de la Ciudad de México estima cerca de 500 mil viajes diarios en sus vehículos. Las autoridades han reconocido la urgencia de regular el uso de scooters y bicis eléctricas; la velocidad y falta de conocimiento vial de algunos de los usuarios representan un riesgo.
Recientemente, la Jefa de Gobierno de la capital nacional, Clara Brugada, presentó una propuesta de modificaciones a la Ley de Movilidad.
El planteamiento es considerar como motos eléctricas a las bicicletas eléctricas que superen los 25 kilómetros por hora, y sus conductores deberán cumplir con las mismas reglas que los motociclistas: no circular por ciclovías ni banquetas, portar casco, luces, placa de identificación y tarjeta de circulación.
Los scooters o patín del diablo —apelativo dado por el ruido producido por sus ruedas metálicas de principios del siglo 20—, aunque serán vehículos no motorizados, deberán seguir la normativa de circulación, sin transitar por aceras o zonas peatonales, y solo en ciclovías.
Hay una nueva realidad en cuanto a la vialidad en la CDMX y es necesario transitar hacia una reglamentación facilitadora de la sana convivencia entre vehículos de todo tipo y los peatones. La pirámide de movilidad requiere ajustes y, principalmente, impulso a la cultura vial.
Con un enfoque en el respeto hacia los peatones y un compromiso de las y los conductores por cumplir con las normas, se abre el camino hacia un entorno más seguro. Es hora de que el “diablo” se baje del patín y el scooter se integre plenamente como opción de transporte seguro.