“Te lo digo, esos países nos están llamando, están besándome el trasero. Se mueren por llegar a un acuerdo. Señor, por favor, por favor hagamos un trato. ¡Haré lo que sea, señor!”
Donald Trump
La máxima “Make America Great Again” (MAGA) que el presidente norteamericano Donald Trump ha colocado como eje de su campaña política y acciones de gobierno contiene una lógica regresiva a un estilo de funcionamiento anterior que, imaginariamente, se cree mejor, sólo que ahora aderezado con un estilo de agresión frontal que pareciera rechazar cualquier arte del ejercicio político basado en la diplomacia y los acuerdos internacionales, sobre todo en materia de mercado, para decidir funcionar a través de una lógica que explota el miedo, los ataques y las amenazas en sus enemigo.
Sí, leyó usted bien, enemigos, Trump no identifica ni aliados, colaboradores, ni adversarios, sino enemigos.
En ese sentido posee las características subjetivas y operativas de un dictador: paranoización, simplificación maniquea de la realidad y las relaciones en las cuales se supone que los malos siempre son los otros a quienes hay que eliminar.
Tanto Trump como Musk explotan el miedo, el ataque y la amenaza, al tiempo que llaman a eso libertad, suponen que la acción de un gobierno y una empresa es radical: eliminar al otro, la competencia. Basta con ver las formas de despedir a sus empleados, expresar sus opiniones, responder una entrevista en medios e interactuar en redes sociales.
Dicho estilo es interpretado por muchas personas como el de un genio, una persona con mucho carácter, cuando en realidad se trata de un estilo déspota y manipulador que pretende concentrar el poder y ejercerlo sin regulación alguna.
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¿De dónde viene el apoyo a Trump? El contexto actual, diverso, cambiante y en permanente crisis, crea demasiada incertidumbre, misma que se quiere resolver de manera inmediata, radical.
Motivo por el cual ciertos sectores de la sociedad van “solicitando” la emergencia de caudillos de mano dura que rayan en la grosería y criminalidad, ya que eso se ha asociado con la verdad, una especie de escándalo-verdad, para resolver problemas de gobiernos y sociedades.
Todo esto porque dichos caudillos del escándalo han entendido muy bien que la indignación —provocada en los haters — que se produce al atacar a los valores de lo políticamente correcto es un arma muy poderosa para encantar a quienes están hartos por la inflación, las deficiencias en el sector salud y las condiciones laborales, por mencionar sólo algunas, capturando así su atención y ganando su voto.
Sólo que al presidente Trump no parece interesarle el bienestar de sus votantes o de los ciudadanos norteamericanos en general, ofreciéndoles servicios de calidad en materia educativa, salud, ni tampoco en aquel en el que supuestamente es experto, como lo es el ámbito económico, ya sus acciones, declaraciones y decretos han metido en más de un problema tanto a sus ciudadanos en general, como a sus empresarios en particular.
Quienes seguramente estarán exclamando un simple y sencillo: “no me ayudes compadre, con esos amigos para qué quiero enemigos”.
*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez