Bien se dice, amables lectores, que tiempos nuevos traen consigo también padecimientos nuevos que retan el conocimiento de especialistas para tratar de entenderlos, y en su caso, atacarlos para proteger la salud integral de las personas.
Este es el caso que veremos enseguida: un trastorno que está apareciendo principalmente en el sector de los jóvenes de las grandes ciudades a nivel internacional y del que nuestro país no escapa. Veamos.
Hablamos de la ecoansiedad, o el temor a perder el medio ambiente. Investigaciones recientes indican que el estrés, cuadros de ansiedad, preocupación, culpa e impotencia son algunos de los síntomas que describen a la ecoansiedad que, aunque no está catalogada oficialmente como un trastorno mental, afecta significativamente a personas jóvenes, sobre todo.
De acuerdo con un estudio que se realizó hace cuatro años, 60 por ciento de diez mil jóvenes encuestados, de entre 16 y 25 años en 10 países, respondieron que se sentían muy o extremadamente preocupados por el cambio climático, en tanto que 40 por ciento de ellos indicó que las emociones por este factor habían influido en su vida negativamente.
Cabe resaltar amables lectores que los especialistas aclaran que la ecoansiedad y la ansiedad son padecimientos distintos, a pesar de que tienen síntomas muy similares.
Lo que las diferencia, dicen ellos, es que la ecoansiedad no está reconocida por la Clasificación Internacional de Enfermedades y que el término está dirigido únicamente a las sensaciones que las personas manifiestan ante la crisis ambiental.
Es un concepto que ha desatado muchas discusiones. Por ejemplo, algunos expertos en el tema prefieren hablar de angustia ambiental, para no “patalogizar” una experiencia que se relaciona más bien con el procesamiento de los datos y la realidad que estamos viviendo en cuestiones de medio ambiente.
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Esas discusiones entre los especialistas han dado lugar a otros términos como “solastalgia” o “ecoindefensión”, que se define como la sensación que aparece cuando se percibe que las acciones individuales que se realizan a favor del ambiente no tienen ningún impacto sobre el problema.
Lo que sí es un hecho incuestionable es que diversos factores ambientales pueden afectar la salud mental de las personas, por ejemplo los climas extremos o la elevación del nivel del mar. “A estos elementos se les denomina estresores”, considera Javier Urbina Soria, responsable de la Residencia de Psicología Ambiental de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Añade este académico que cualquier aspecto ambiental que desencadene una preocupación mayor, puede detonar ecoansiedad. Explica que en México no existen cifras de cuánta gente padece este trastorno, sin embargo la institución académica ya se prepara para aplicar el primer estudio de ecoansiedad en México, enfocado en las comunidades universitarias mexicanas.
México ocupa el lugar número 80 de 166 países de la lista de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible pactados en 2015 por la mayoría de los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para la Agenda 2030.
Es decir, amables lectores, nuestro país está muy rezagado en materia ambiental y no se ve que haya posibilidad de cambiar esa tendencia en el corto plazo. Así que es probable que se incremente el número de personas con ecoansiedad. ¿Qué les parece?
Hasta la próxima.