Cualquier interrupción de la secuencia de las actividades habituales puede abrir la ocasión para el descanso. Sin embargo, no basta con que se produzca dicha interrupción para que se presente o se logre de manera automática el descanso y la diversión.
Incluso hay quienes después de un período vacacional, asuetos laborales o hasta el fin de semana que se va en un suspiro, reportan sentirse todavía más cansados y fastidiados que antes de atravesar dicho período. ¿De qué depende que se pueda descansar y divertirse?
Con el descanso y la diversión sucede como con muchas cosas en la vida: no es la vida la que nos va a decir qué hacer con el tiempo que se tiene, sino cada persona deberá ingeniárselas para inventar sus formas singulares, creativas y responsables de qué hacer o no con su existencia.
De la misma forma, en cuanto a descanso y diversión se refiere, los humanos contamos con dos grandes posiciones: elegir un formato ya prefabricado que nos ofrece la cultura, regularmente de consumo.
“En el mundo actual, todas las ideas de felicidad acaban en una tienda” (Zygmunt Bauman) con su respectiva promesa única, apuesta y reiteración de la frustración, una y otra vez.
La segunda posición requiere, de entrada, la localización de un estilo singular, para, a partir de ese gesto único, crear una experiencia que sea una inscripción de la propia singularidad en la vida y no una simple repetición de lo mismo.
Por ejemplo, no todo el mundo descansa con las mismas imágenes y prácticas de estar acostados en un determinado camastro en “x” playa tomando “y” bebida, sino realizando tal o cual actividad donde se pueda di-vertir aquella acción —o inacción — que se desea realizar o no.
Dos tipos de cansancio y dos tipos de diversión. Una cosa es descansar el cuerpo después de una ardua jornada laboral o deportiva, de una desvelada, pudiendo recobrar fuerzas después de dormir, y otra, muy diferente, el experimentar un descanso que libere la presión mental y física de otra manera, más cercana a la diversión a eso que coloquialmente se expresa como “desconectarse”.
Esta última no nos es dada de manera genérica, sino que, como decíamos, es necesario que cada persona invente su singular estilo de diversión y, por lo tanto, de felicidad. ¿Cuáles son el suyo?
*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez