Los plásticos de un solo uso, como las bolsas, han incrementado su producción, consumo, presencia en residuos sólidos y daños ambientales como contaminación. De acuerdo con el programa para el Medio Ambiente de la Organización de las Naciones Unidas, el humano produce más de 430 millones de toneladas de estos insumos al año que se convierten en desechos y terminan en rellenos sanitarios o peor aún, en el mar.
Especialistas del Instituto de Ingeniería de la UNAM desarrollaron un método único de evaluación que en tan solo en un mes, sin contaminar y utilizando larvas, permite determinar si una bolsa es biodegradable y compostable.
A diferencia de otros recursos, el plástico no se biodegrada y puede tardar entre 150 a 400 años en descomponerse, por lo que cuando se desecha en el entorno alcanza un punto crítico de contaminación.
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Consciente de eso, un grupo de investigadores, liderado por María Neftalí Rojas Valencia, precursora en la creación del Método de Evaluación de Biodegradabilidad, Ecotoxicidad y Desintegración de Polímeros Compostable, en el que utilizan larvas Tenebrio molitor y Zophobas morio para degradar bolsas, hacerlas abono y demostrar que los materiales de fabricación no tiene efecto tóxico.
“Empezamos a probarlo y le vimos una ventaja muy grande porque estos animalitos se comen la bolsa: la muerden y digieren. El plástico pasa por su tracto y podemos ver cómo consume cualitativamente este material. Lo interesante es que podemos analizar el excremento para saber si hubo cambio en la estructura química de la bolsa”, explicó la universitaria.
La investigadora del Instituto de Ingeniería de la UNAM mencionó que este proyecto surgió en 2018, cuando acudió a un curso de capacitación a Chile para instrumentar técnicas que ayuden a los fabricantes de bolsas a obtener resultados rápidos y confiables, para conseguir la certificación de sus productos.
“Lo que distingue este método es que si dentro de los primeros siete días las larvas consumen el plástico, ello es indicio de que sí puede ser biodegradable y compostable y, después de un mes, se junta la cantidad suficiente de muestra para hacer análisis de laboratorio como es carbón orgánico, análisis de espectroscopia de infrarrojo y metales por espectroscopia atómica. Con ello ya podemos entregar un resultado al fabricante en menor tiempo y costo”, detalló.
Si por el contrario, agregó, los animales no comen la bolsa de plástico y prefieren hibernar, quiere decir que quizá el colorante químico lleva alguna sustancia tóxica, como metales pesados: plomo o mercurio. Después de consumir las bolsas de plástico, las larvas ingieren rodajas de zanahoria para hidratarse.
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Rojas Valencia comentó que al analizar los metales pesados que llegan a aparecer en las heces de las larvas se han encontrado algunos micronutrientes con los que se podría hacer composta para plantas.
Indicó que para evaluar una tonelada de plástico se necesitan unas 40 mil larvas, por tanto el Instituto comenzó a cultivarlas, aunque también pueden conseguirse en algunos establecimientos de mascotas.
“La ventaja es que cuando llegan al término de su vida útil pueden servir de alimento para otros animales, como peces o aves, sin representarle riesgo alguno. Al respecto, estudiamos su tracto digestivo para evitar que se quede adentro algún contaminante”, agregó.
Este método con larvas es una técnica novedosa, rápida, amigable con el ambiente porque, para su elaboración, no se usan reactivos químicos. Además, ocupa poco espacio y no requiere energía ni equipos sofisticados, lo cual beneficia al sector público y privado, principalmente a las fábricas de bolsas que precisan resultados rápidos y confiables.
El Método de Evaluación Biodegradabilidad, Ecotoxicidad y Desintegración de Polímeros Compostable ganó el tercer lugar del Programa para el Fomento al Patentamiento y la Innovación (Profopi) 2023.