Opinión

Un bosque en llamas

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Manifestantes interrumpen una sesión del Senado en que los legisladores debatían una propuesta de reforma judicial que haría que los jueces sean elegidos por voto popular, el martes 10 de septiembre de 2024, en Ciudad de México. (AP Foto/Felix Marquez AP (Felix Marquez/AP)

Escribo esta columna mientras una parte minoritaria de la sociedad mexicana se encuentra en vilo, atenta al voto de UN senador de presunta oposición, para ver si con él podemos conservar un Poder Judicial independiente del Ejecutivo. Tanta atención de algunos es justificada, pero poco relevante: el trabajo para salvar al Poder Judicial era otro, y había que hacerlo antes.

La sociedad mexicana, mayoritariamente omisa para ejercer otras dimensiones cívicas además de votar (y a veces hasta en esa) suele atender los temas públicos corriendo de un suceso a otro, de un personaje a otro, cambiando de árbol sólo para verlo cada vez más cerca, olvidándose del bosque.

Sí: es muy importante defender la separación de poderes, y con ello preservar la república. Sin embargo, la defensa que se pretende hacer de ella desde la sociedad (una porción menor, reitero) es, igual que la mayoría de los votos en tiempos electorales, más un acto sacramental lleno de fe que un proceso con estrategia.

Así, el Poder Judicial que vemos ahora bajo ataque es sólo un árbol del bosque al cual el régimen de Morena le prendió fuego hace poco más de seis años: el árbol CNDH fue el primero en caer; el árbol INAI, el árbol COFECE, el árbol IFT y el árbol CONEVAL ya están ardiendo; el árbol BANXICO se marchita, y el árbol INE ha sido invadido por una plaga maloliente.

¿Cómo fue posible eso? ¿Por qué, cuando el primer árbol de este bosque llamado “México” cayó, la reacción social no pudo preservar los demás árboles? Ya sabemos en manos de quién están el cerillo y el hacha, eso es sencillo de ver; lo más útil sería identificar qué se hizo para detenerlo, y porqué salió tan mal.

Convendría también que esa porción de la sociedad mexicana que atiende estos temas con mayor o menor tino, diera algunos pasos hacia atrás para ver el bosque con perspectiva, tomándose a sí misma como punto de referencia, para medir su tamaño respecto a la escena completa: el ejercicio revelaría, estoy seguro, algunos datos interesantes.

Primero, demostraría que muchos de aquellos opositores votados para ejercer el rol de guardabosques nacionales, resultaron ser ineptos, o indolentes, o deshonestos, o todo eso junto; después, dejaría claro que de los 130 millones de habitantes de este bosque, muy pocos se interesan por el incendio y aún menos son capaces de entenderlo... somos, como diría el clásico, una ridícula minoría.

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Este es nuestro bosque: sólo 6 de cada 10 votantes tienen el suficiente interés por ejercer ese derecho, en medio de un desastre en seguridad, salud, educación y finanzas públicas; sólo 37% de quienes votaron, logró identificar al mayor responsable del desastre y le negó el sufragio; sólo unos cientos de miles han mantenido la atención en el tema en el período postelectoral, y no todos los han hecho con tino.

Hoy, dos senadores votados como oposición han elegido adherirse al régimen y un tercero, ese que captura toda la atención, coquetea con seguirlos y darle la mayoría calificada. Y los 83 que ganaron con los colores del régimen, están listos para votar en bloque por la captura del Poder Judicial. Tanta irresponsabilidad y descaro por parte de los “representantes populares” sólo se entiende con una sociedad que no sabe o no quiere exigir cuentas.

Si aprendemos a hacer eso sin mirar colores y empezamos a hacerlo ya, quizá a mediados de siglo retomemos el rumbo.

CAMPANILLEO

Dirán algunos: “es lo que hay”, y tendrán razón. Y es muy poquito.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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