Históricamente la relación entre México y Estados Unidos ha sabido a sal, siendo turbulenta y meritoria de ser considerada incómoda, por momentos hostil.
En el año de 1848, con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, Santa Anna “cedió” más de la mitad del territorio nacional, esto como un supuesto tratado de paz y amistad tras la intervención de Estados Unidos en México, lo cual siendo por obviedad perjudicial para nuestro país, marcó una línea desafortunada de aparente subordinación y dando paso así a que Estados Unidos encontrara un camino por el cual querer seguir creciendo y presionando a México, pues años más tarde, durante de la Guerra de Reforma, en la firma del Tratado Mclane Ocampo, la corriente constitucionalista o liberal, sin valor alguno y de manera no oficial, permitiría a Estados Unidos el tránsito, entre otros puntos, por el Istmo de Tehuantepec, además garantizando a través de nuestros militares, la seguridad de todo estadounidense que utilizara estas vías.
Aunque este tratado nunca fue ratificado, refrendó la influencia de Estados Unidos en nuestra nación, el afán de intervenir en nuestra política interna, dejando en evidencia su poder y capacidad para apoyar o desconocer presidentes y gobiernos.
Con este breve antecedente histórico, en el que debería quedar de forma indubitable la relevancia de nuestra relación con Estados Unidos, y en el marco de las próximas elecciones presidenciales de nuestros vecinos del norte, es necesario comprender y analizar que, hoy más que nunca, esta próxima elección habrá de marcar el futuro de nuestro país.
En materia de migración, Trump ha mantenido una postura en exceso hostil, preocupando que llegue una deportación de forma masiva de nuestros connacionales, generando una crisis o inestabilidad en materia económica, por la triste dependencia a las remesas, lo cual sería muy posible que derivara también en una crisis en materia de seguridad.
La política migratoria de Kamala Harris, si bien parece un poco más enfocada a los derechos humanos, históricamente los demócratas han demostrado que también deportan latinoamericanos sin ningún tipo de freno.
Trump, en materia económica, si bien sostiene un discurso proteccionista, y en el cual buscaría censurar y disminuir la participación de China en México, lo cual nos afectaría, de cara a la revisión del TLCAN, en principio no parecería que habría modificaciones sustanciales.
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Kamala, quien en su momento votó en contra de este tratado, parece que su intención sería la de negociar de manera más drástica, y en ese mismo sentido, más perjudicial para nuestra nación.
Queda en evidencia la influencia directa que tendrá la persona que llegue al poder en Estados Unidos, pues sus discursos de política en los ámbitos más relevantes para esta relación bilateral, no augura una postura tan amigable y propensa a beneficiar a las y los mexicanos.
Estemos pendientes de qué le depara a un capítulo más de esta vecindad incómoda.