In memoriam de un amigo
En fechas recientes, dos sucesos violentos que han tenido como resultado la muerte de personas inocentes interpelan a mi conciencia. El primero de ellos, al igual que a toda la sociedad queretana, fue el acontecido en el bar Los Cantaritos en el cual jóvenes inocentes fallecieron a causa de un ataque perpetrado por una banda criminal que tenía por objetivo eliminar a un rival. El segundo, uno de mis amigos desde la adolescencia, fue asesinado por criminales que intentaron asaltarlo a las puertas de su casa en Culiacán.
Estos hechos trágicos que han tenido como resultante la muerte, sin duda alguna, representan la pérdida irreparable para sus familiares y para quienes trabajaron a su lado o los conocimos. También se convierten en un golpe significativo para los esfuerzos de restablecer la seguridad y construcción de paz.
La inseguridad y la violencia desafortunadamente no son fenómenos aislados en nuestro país, se trata de problemas complejos que afectan a la vida de todas las comunidades de México. Constituyen dos de los mayores desafíos para la estabilidad y el desarrollo de nuestra sociedad, amenazando a los derechos humanos, la justicia, perpetuando el sufrimiento, erosionando el tejido social y con ello, dificultando la reconstrucción social y acabando con la esperanza de construir un mejor futuro.
En este contexto, el trabajar para acabar con estos flagelos y promover una cultura de paz vinculada al compromiso con la justicia restaurativa y la reconciliación, se convierten en una obligación que sirva para rendir tributo a la memoria de todos aquellos inocentes, como Pedro De Legarreta Lores, que injustamente vieron truncada su vida. Para ello, se requiere del trabajo, colaboración y compromiso tanto de la sociedad como el gobierno, lo cual no es simplemente una opción, sino una necesidad ética y política de primer orden.
Consecuentemente, algo fundamental en estos momentos, es que como sociedad debemos rechazar la normalización de la violencia y abrazar una visión donde la dignidad humana sea el centro de todas nuestras acciones.
Tengamos en cuenta que no se trata únicamente de combatir a los grupos criminales, sino también de desmontar las condiciones estructurales que los alimentan. Esto incluye garantizar una educación de calidad, promover la justicia social, fortalecer las instituciones democráticas y combatir la corrupción.
Solo al comprometernos plenamente con esta misión podremos imaginar un México en el que la inseguridad y la violencia no tengan cabida, y donde la paz sea más que un ideal.
Pedro, amigo, tu ya puedes descansar con la satisfacción del deber cumplido, y a nosotros nos toca continuar con la tarea que compartimos.
Agradezco sus comentarios en mi cuenta de X @EUribarren