Amables lectores, llegó Diciembre y con el, mi cumpleaños 51.
El más uno de la quinta década no es tan festivo ni emblemático como lo fueron los cincuenta.
En mi caso, ha sido un tránsito a una estancia llena de cambios en muchos sentidos, algunos forzados, los menos debidamente meditados y algunos más como los físicos en donde nada se puede hacer.
Veo menos, me pesan las desveladas, me hartan muchas cosas, como saludable, gasto menos, leo más, duermo mejor, soy selectivo, visto igual, me he vuelto llorón, tengo menos fantasmas y particularmente cuido más mi energía.
Ya no estoy para jugar contra jóvenes, pero sí para dar clases, sigo amando hacer radio, ver a mis sobrinos, una buena sobremesa, escribir y ver más fútbol que nunca.
Conservo a mis amigos y mis amigas decrecieron.
Quiero mucho a una mujer de ojos pispiretos y un lunar junto a la boca.
Procuro a mi madre, respeto a mi entorno, no tendré nunca mascotas, se me antojan 4 días de playa y el próximo año es una incógnita.
Le doy gracias a Dios por permitirme estar aquí, sano y sereno.
Llegar a los 51 es como estar en el minuto 6 del segundo tiempo, en mi caso voy empatando, generando una buena jugada para en cualquier momento irme arriba en el marcador.
Hay metas personales pero esas no se cuentan, lo que sí quiero es vivir en el sentido del optimismo y en la serenidad, aunque retiemble en su centro la tierra.
Ya tengo 51 y no sé en qué momento sucedió.
Gracias por leerme.