Querétaro

El deterioro que viene

Sheinbaum Trump Aranceles
Sheinbaum Trump Aranceles La presidenta electa de México, Claudia Sheinbaum, respondió al expresidente Donald Trump, en una conferencia desde su Casa de Transición en Iztapalapa. (César García)

Mi familia tuvo su primera videocasetera en 1985. Lo recuerdo bien porque yo acompañé a mi padre a recogerla a la central de abastos de Celaya, en una bodega de desechables que servía de fachada al verdadero negocio: la venta de aparatos electrónicos. En aquel tiempo comprar ese tipo de bienes era muy difícil, cuando no expresamente prohibido.

El tráfico de “fayuca” (mercancía fabricada en otro país que ingresaba a México sin pagar aranceles, pero sí sobornos a la autoridad) era la forma en que la sociedad mexicana podía acceder a bienes que no podían fabricarse aquí, ya fuera por falta de capacidad tecnológica, o por falta de insumos, o por carencia de un marco legal que respaldara la inversión necesaria para ello.

Los gobiernos de la época, desde el federal hasta el municipal, se beneficiaban por esa carencia de opciones que sufría la sociedad: el mercado negro que las medidas gubernamentales habían provocado, les permitía a las autoridades un lucro indebido por dejarlo operar; la incertidumbre jurídica en la que incurría cada ciudadano que elegía recurrir a la fayuca, hacía posibles las extorsiones a lo largo de toda la cadena de suministros.

¿Por qué debíamos vivir con esa carencia de opciones los mexicanos de la época? Porque el gobierno había decidido que debía “proteger a México”, imponiendo altos aranceles a una gran cantidad de bienes, o prohibiendo determinados productos: tenis, estéreos, automóviles de ocho cilindros... ¡una locura!

Recuerdo esa época con vergüenza y, desde que comenzó el régimen de “morena” con su delirio nacionalista, también con un dejo de miedo: estoy viendo el renacimiento de las condiciones que nos dejaron a los mexicanos sin opciones de consumo por casi 20 años.

Veo hoy, como ayer, un discurso oficial imbécil que habla de “proteger” a México cerrando sus fronteras; escucho, otra vez, que se plantea recurrir a los aranceles para conservar “la dignidad nacional” ante los Estados Unidos; atestiguo, con desprecio y tristeza, que hay mexicanos aplaudiendo ese recorte a sus libertades comerciales, sólo porque suponen estar defendiendo con ello “a nuestro país”.

La enorme facilidad para adquirir bienes y servicios que nos representó el TLC (y que aún representa el TMEC) han hecho creer a una mayoría de mexicanos que esa libertad comercial es natural; que es obvia; que es inatacable. Y eso es un grave error: nada hay más sofisticado que el ejercicio de la libertad; requiere muchas voluntades y equilibrios, mucha autocontención y aún más vigilancia, pues en todo grupo humano hay alguien dispuesto a acotar la libertad para obtener un beneficio personal.

Debido (en parte) a esa falta de memoria, hoy el régimen guinda se prepara para clavarle los dientes a nuestras libertades de consumo, con el objetivo de obtener para sí mismo beneficios a costa de encarecernos la existencia. Quien lo dude, revise las medidas laborales dirigidas a las plataformas de transporte de pasajeros, y los impuestos a las compras por internet: de eso van. Y el costo lo va a pagar usted.

No importa la forma en que el gobiernito federal disfrace sus afanes: la “defensa” de los derechos de los choferes de plataforma; la búsqueda por decreto de un “salario justo para todos”; la “respuesta” a Trump por amenazar “la soberanía de México”, no son más que pretextos para acotarnos la libertad y hacernos dependientes de lo que él, el gobierno federal, nos quiera permitir. Prepárese.

CAMPANILLEO

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