El hallazgo de un campo de adiestramiento y exterminio vinculado al Cártel Jalisco Nueva Generación en el Rancho Izaguirre, en el municipio de Teuchitlán, Jalisco, destapó una realidad devastadora que involucra a múltiples estados de México y a familias que buscan a sus seres queridos desaparecidos. El lugar reveló indicios de actividades criminales que incluyen reclutamiento forzado, condiciones infrahumanas y el uso de hornos clandestinos para desaparecer cuerpos.

A través de tres entrevistas —a Yadira González, del colectivo Desaparecidos Querétaro; Vicky Ponce, de Madres Buscadoras de Jalisco; y Ulises Ruiz, fotoperiodista de la agencia AFP—, se reconstruye el escenario.
Despierta sospechas en Querétaro
El Rancho Izaguirre comenzó a ser investigado tras una serie de denuncias anónimas que alertaron a colectivos de búsqueda sobre posibles actividades ilícitas en el lugar. Según Yadira González, el hallazgo incluye indicios que podrían conectar desapariciones en Querétaro con este predio en Jalisco. Uno de los elementos clave encontrados fue un calendario de un negocio de San Juan del Río, Querétaro, con fecha de 2020, junto con prendas y otros objetos que podrían ser pistas para identificar víctimas. “Ese calendario abre muchas posibilidades. Sabemos que hay alrededor de ocho personas desaparecidas de esa zona en esa temporalidad”, explicó. Además, señaló que varias familias de Querétaro reportaron que sus seres queridos desaparecieron tras aceptar ofertas laborales fraudulentas, un modus operandi que coincide con el utilizado por grupos delictivos para reclutar personas. “Hay líneas de información que apuntan hacia Jalisco, no necesariamente de investigación oficial, pero las familias sí tienen esas pistas”.
También detalló que las imágenes de las pertenencias encontradas aún no son claras, lo que dificulta su identificación inmediata. “Una familia reconoció un pantalón en un video, pero hasta que no tengamos imágenes más claras o hagamos otro tipo de trabajo, no podemos asegurarlo”.
Expresó preocupación por la actuación de las fiscalías, y señaló que la Fiscalía de Querétaro debe establecer líneas de investigación sólidas y coadyuvar con su homóloga en Jalisco. Asimismo, cuestionó el manejo inicial del caso por parte de las autoridades de Jalisco, ya que en el predio previamente trabajó un área no especializada en desapariciones, lo que derivó en que no se buscaran fosas clandestinas ni se resguardaran adecuadamente las pertenencias. “No quisieron llevarse nada, no quisieron trabajar desde la perspectiva de búsqueda de personas desaparecidas”, lamentó la activista.

Escalofriante hallazgo
Por su parte, Vicky Ponce, del colectivo Madres Buscadoras de Jalisco, fue una de las primeras en ingresar al Rancho Izaguirre, y relató las dos visitas que realizaron al lugar tras recibir una llamada anónima en diciembre del año pasado. La primera incursión ocurrió en la noche, lo que intensificó la sensación de intranquilidad. “Estábamos entre cañaverales, porque la caña todavía estaba de pie, alta, y apenas se alcanzaba a ver en la oscuridad. Había cuartos llenos de ropa, un tejabán con una cantidad exagerada de zapatos, muchísimos, y más adelante no quisimos avanzar porque se sentía muy tenebroso”, narró. Ponce destacó el aislamiento del rancho, ubicado en una zona apartada de Teuchitlán, y la presencia de gallinas, lo que les hizo pensar que alguien había estado recientemente en el lugar. “Si no les das de comer, se mueren, ¿no? Eso nos hizo pensar que alguien estuvo ahí hace poco, pero ya no había nadie cuando llegamos”, agregó.
El colectivo regresó el 11 de enero para documentar lo encontrado, tomando videos y fotografías de las pertenencias, aunque enfrentaron restricciones para realizar una búsqueda más profunda. “No nos dejaron escarbar, nos habían dicho que no grabáramos porque podíamos meternos en problemas, pero quisimos tener pruebas de que algo estaba pasando. Sacamos fotos de la ropa, los accesorios, y un video rápido, porque sí nos daba miedo”, explicó Ponce. También reveló que intentaron solicitar una orden de cateo tras la primera visita, pero no lo lograron. “Hicimos una llamada para dar aviso, hablé con la fiscalía y me dijeron que no podíamos trabajar ahí, que nos metíamos en problemas si lo hacíamos sin autorización”, señaló. Más tarde, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco obtuvo una orden de cateo y confirmó la presencia de hornos clandestinos y restos óseos, lo que llevó a que el caso cobrara notoriedad.
Destacó que el rancho ya había sido cateado en septiembre del año pasado por la fiscalía estatal, cuando se detuvo a 10 personas y se rescató a una víctima, pero cuestionó por qué las autoridades no investigaron más a fondo en ese momento. “Si ya habían entrado, ¿cómo no vieron todo esto? El portón estaba abierto, había ropa, zapatos, y parece que alguien seguía entrando después de ese cateo”, reflexionó. Además, señaló que muchas víctimas en Jalisco fueron reclutadas mediante engaños con falsas promesas de trabajo, especialmente en la central camionera de Guadalajara. “Les ofrecían un buen empleo, y de ahí se perdían. Venían jóvenes de varios lugares, no solo de Jalisco, porque con la necesidad que hay, aceptaban sin pensar que serían engañados”, afirmó. Ponce también mencionó que varias familias han reconocido prendas y accesorios entre los hallazgos, pero aún se espera que las confrontas genéticas permitan identificar a las víctimas.

Un descubrimiento insólito
Ulises Ruiz, fotoperiodista de la agencia AFP, acompañó al colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco durante una de las incursiones al Rancho Izaguirre y ofreció un relato visual y detallado del lugar. Narró que el ingreso ocurrió sin restricciones aparentes. “Lo primero que vimos fue un terreno muy grande. Había un campo ya sin cañas, porque las habían cortado antes. Cruzamos ese cultivo vacío y llegamos a un lote grande con una fachada negra que tenía el nombre del rancho”, explicó. Observó que no había resguardo ni sellos de seguridad. “Ellos empujaron la puerta y entraron, no había nadie. No había ningún tipo de vigilancia”.
Dentro del predio, Ruiz describió una escena inquietante: a la derecha, un pequeño departamento de dos pisos y un bodegón de aproximadamente cinco metros de altura; a la izquierda, un cuarto pequeño que funcionaba como cocina, y más adelante, tres cuartitos de dos por un metro que parecían baños improvisados, sin puertas ni condiciones mínimas de higiene. “En el fondo había otra área con cuartos de tres por tres metros. A la izquierda, cables de púas y llantas que parecían usadas para adiestramiento”, señaló. En las habitaciones y la bodega había ropa, zapatos, maletas, calcetines, desodorantes, chamarras, sudaderas y libretas. Algunos cuartos estaban vacíos, pero en otros se encontraron láminas de tiro que evidenciaban prácticas de entrenamiento con armas. “Los baños no tenían más que un retrete y una tasa, todo en condiciones infrahumanas”, añadió.
Ruiz acompañó a un grupo de unas 40 personas que se dividieron para registrar el lugar. Mientras algunos documentaban las pertenencias, otros usaban varillas para rastrear el terreno. “Metían la varilla y la sacaban para olerla, buscando algún indicio. En algunos puntos topaban con piedra, y ahí se enfocaron”, explicó. Al romper una cama de cemento, encontraron restos óseos calcinados. “Sacaban huesitos, molares, dentaduras… todo calcinado. Era incalculable la cantidad, no puedo decir si eran uno, dos o más cuerpos, pero estaban ahí”, relató. Aunque el ambiente al aire libre diluía los olores, percibió aromas a humedad y suciedad en los cuartos, y las buscadoras señalaron que el aire “se sentía pesado, olía a muerto”.
Entre las imágenes capturadas por Ruiz destacan pertenencias personales como relojes, collares y libretas con anotaciones perturbadoras. “Había una carta que decía ‘Mi rifle R15 funciona así’, otra con apodos, y una muy fuerte que decía ‘Mi amor, ya no regreso nunca, al menos te amo’”, compartió.
También fotografió áreas señaladas como posibles sitios de destazamiento o fosas abiertas, incluyendo tres fosas grandes y una especie de alberca sin agua que podría haber sido usada para dejar cuerpos. “Para donde volteabas había algo que retratar. No sabía qué priorizar.”.
“Es la primera vez que un medio y colectivos registran un lugar como este de esta manera, por eso es tan importante”, afirmó Ruiz. Sin embargo, cuando los buscadores encontraron los restos y dieron aviso al 911, la policía de Teuchitlán llegó como primer respondiente, y Ruiz tuvo que guardar sus cámaras.
Actualmente, la investigación del Rancho Izaguirre está en manos de la Fiscalía General de la República, lo que ha limitado el acceso al lugar.
Luego del hallazgo, además de las fotografías que publican los colectivos de búsqueda en sus redes sociales, la Fiscalía de Jalisco publicó un enlace en el que se suben fotografías de las prendas, como zapatos, pantalones, vestidos, playeras, ropa interior y mochilas con algunas descripciones para que puedan ser consultadas por personas que buscan a alguno de sus familiares.