La peruana, quien radica en Egipto, platica a Publimetro cómo la violencia afecta a todas las familias y cuál es la situación real en aquel país
La violencia en Egipto no parece terminar, todo se debió al derrocamiento del presidente Mohamed Mursi en julio pasado, lo cual desató una ola de protestas, de carácter ideológico y político, que ha dejando cientos de muertos y heridos. Zinab Hassan, una peruana, de 38 años de edad, que radica desde hace siete años en Alejandría, Egipto, cuenta a Publimetro cómo viven las familias esta situación crítica que tiene a ese país sumido en la desesperación y en la anarquía.
¿Desde cuándo radicas en Egipto?
-– Me casé con un egipcio y a finales de 2006 decidí conocer el país de mi esposo y establecer una nueva vida, por lo tanto también cambié de religión y abracé el islam, una creencia que me gusta y con la cual me siento a gusto y confortable. Aunque por ello tuve muchos problemas con mi familia.
¿Qué tan dura está la situación en Egipto?
-– Es muy tensa y difícil, sobre todo fue muy dura hace dos semanas. Después del ramadán, el mes sagrado para los musulmanes, el Gobierno militar pidió que se retirara la gente, pero como no hizo caso, al tercer día en la madrugada atacaron con bombas y tanques a miles de ciudadanos. Hubo muchos heridos y muertos.
¿A qué se dedican tu esposo y tú?
-– Soy ama de casa, mi marido tiene un negocio de construcción, así que tenemos la facilidad de viajar a otro país si lo deseamos.
¿Qué hacen las familias ahora con tanta violencia?
-– Quedarse en casa; la gente no tiene el espíritu para ir a pasear, aunque estemos en verano, no hay ánimos para ir a la playa, ni siquiera para comer porque las imágenes son devastadoras. Como madre me entristece ver a un niño llorando porque a la mamá le dieron un balazo o porque está tirada en la calle. Esto afectó anímicamente a todos los hogares.
¿Qué es lo que el Gobierno les ordenó?
-– Tenemos toque de queda de nueve de la noche a siete de la mañana. Así que es mejor no salir del hogar. Aunque las manifestaciones se dieron a nivel nacional, fueron más duras en El Cairo.
¿Qué es lo que más te ha impactado de estas agresiones?
-– Ver a la gente siendo arrastradas, jóvenes con la cara destrozada, cómo les amarran la cabeza. Incluso han quemado a muchos heridos. La desigualdad porque el ejército pelea con la gente que no tiene armas. Las personas siguen reclamando y las muertes no han parado.
¿Ustedes han participado en las manifestaciones?
-– Sólo mi esposo, Khaled Hassan, pero no lleva ni un arma, ellos sólo se quedan sobre el tejado de las casas.
¿No te da miedo el peligro?
-– En una manifestación, le cayó un perdigón cerca del ojo abajo del párpado y los otros dos le pasaron rozando. Fue un milagro que no le pasara nada.
¿Al ser extranjera, tienes contacto con tus connacionales?
-– Hay una comunidad peruana; muchos son de Lima. Afortunadamente todos estamos bien mientras nos mantengamos en casa. Por ejemplo: estos días ha estado un poco calmado tanto en El Cairo como en Alejandría, aunque dicen que habrá nuevas manifestaciones, por lo que la gente está tratando ya de armarse y luchar para que vuelva la democracia.
¿Cuentan con todos los servicios públicos?
-– Sí, no hay ningún servicio cortado, todo está trabajando con normalidad, pero no estamos seguros… la gente vive con miedo.
¿Crees que los medios egipcios han sido parciales en la información?
-– Las noticias las dan el canal del Gobierno y otros medios, pero cada quien dice su versión, mientras uno maneja un número de muertos, el otro lo desmiente.
¿Cómo era Egipto antes de tanta violencia?
-– Era un país muy lindo, donde podías caminar con mucha libertad y seguridad, pero a raíz de los cambios de Gobierno, de las reformas y manifestaciones, diría que no es recomendable, sobre todo para los turistas. Ellos vienen mucho a las playas, pero ahora no es tiempo para visitas; no es seguro hasta que todo se calme.
¿Cuando gobernaba Hosni Mubarak, prevalecía la calma?
-– Era un país tranquilo. A pesar de todo, el presidente Mubarak sabía cómo controlar las cosas, podías caminar por las calles y nadie te robaba tu cartera, como suele suceder en algunas partes de América Latina; incluso las mujeres andaban vestidas con oro. Ahora no ves a nadie; la gente está nerviosa, toda tensa, nadie quiere salir de la casa, y especialmente para la gente religiosa que son atacados en las calles.
Hemos visto a mujeres en estas manifestaciones. ¿Ellas también están inconformes?
-– La religión islámica es un modo de vida. El que dice que la mujer musulmana está oprimida, no es así, hay que leer mucho de la posición que tienen en el islam y se darán cuenta que gozan de muchos beneficios. No es como muchos piensas que está oprimida o que no tiene palabra, ni voz ni voto; podría decir que es lo contrario. Las mujeres en Egipto trabajan y manejan; podemos decir que ves a más mujeres que hombres en el trabajo, por eso también están en las manifestaciones.
Dices que ahora profesas el islam, ¿eso cómo te ha cambiado?
-– La religión islámica es un modo de vida; a raíz de que la adopté, me centré. Antes tenía un carácter muy explosivo, ahora soy más tranquila, te vuelves más hogareño, sientes temor de dañar a otras personas y, sobre todo, el islam llena tu corazón de fe. Siempre piensas en hacer el bien.
¿Crees que hay una solución pronta para el conflicto?
-– Va para largo. Estamos a un pie de la guerra civil, sino se tranquiliza el ambiente podríamos entrar en un problema como Siria. Falta mucho para que volvamos a tener un Presidente elegido democráticamente.
¿Qué le dirías a la gente de otros países?
-– Que nos ayuden para que se respeten los derechos de la gente y cese esta matanza. No tienes que ser musulmán para pedir por aquellos hermanos de otras naciones, hagan una vigilia o algo para que la gente tome conciencia de que este tipo de cosas no pueden suceder. Ojalá México se pronuncie ante estos hechos.
¿Piensan salir de Egipto?
-– Por ahora no; digamos que si entramos en un conflicto mayor donde todo se salga del contexto o de las manos, nos vamos a ver obligados a dejar el país donde hemos formado nuestro hogar desde hace siete años, pero esperamos a que esto llegue a mejor término.