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Tragedia de 1985: De edificios "mochos" a las construcciones indestructibles

El terremoto de 1985 es un parteguas para la industria de la construcción en México, la tragedia vivida el 19 de septiembre descubrió las deficiencias en estructuras que se suponían sólidas, los edificios se empalmaron como galletas, los hospitales se deshicieron y los edificios chocaron unos contra otros dejándolos totalmente inhabitables.

La lección se aprendió y las leyes se cambiaron.

Raúl Granados, profesor de la facultad de Ingeniería de la UNAM, explica que si bien los materiales de construcción no han cambiado significativamente, los métodos para atenuar la respuesta de las estructuras y la resistencia de las mismas han tenido un cambio radical.

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“Aquí el error es que el águila se paró en medio del lago, la Ciudad de México es la única del mundo que se asentó en medio de la zona lacustre, las demás civilizaciones lo hicieron a los lados”, señala Félix Villaseñor, presidente de los Directores Responsables de Obra del DF, anteriormente conocidos como peritos.

El Centro Histórico, por ejemplo, se ubica donde estaba el fondo del lago, es inestable desde su origen y, aunque ya está completamente construido, el sismo dejó entrever la inestabilidad del suelo.

Hoy esa inestabilidad es un factor que se toma en cuenta para reforzar las construcciones y para determinar cuál debe ser el peso de las construcciones que se ubican en ésta y otras zonas.

Así, es posible lograr complejos como la Torre Mayor que con 55 pisos es de los más resistentes del mundo y el de más tolerancia sísmica a nivel mundial.


Otra muestra de que la industria ha evolucionado se ubica en la esquina de Lieja y Reforma: la Torre Bancomer, la cual está en proceso de edificación y promete soportar cualquier siniestro.

Gatos hidráulicos, mito o realidad

Con las grandes tragedias surgen las grandes leyendas. Una es la Torre Latinoamericana, que dicen las voces, es imposible que se caiga, a pesar de ubicarse en una de las áreas más dañadas por el terremoto.

La base de su estructura tiene 98 amortiguadores, los que no saben les dicen gatos hidráulicos por el efecto que tienen en los grandes edificios. Estos dispositivos atenúan la respuesta de las estructuras ante la acción de los temblores, lo que permite la disipación de energía.

Los disipadores de energía son aquellos elementos en los edificios que impiden que el movimiento telúrico llegue directamente al inmueble.

Raúl Granados, profesor de la facultad de Ingeniería de la UNAM, mencionó que hay dos tipos de disipadores. Los primeros son los aisladores de base, que consiste en la colocación de materiales retráctiles debajo de los cimientos, entonces si el suelo se mueve, el edificio ni siquiera siente el movimiento.


“Nos imaginamos un cubo de neopreno, es un hule que se retracta muy fácilmente, si uno asienta el edificio sobre estos dispositivos lo que se está haciendo es aislar al edificio de la acción de los sismos”.

El segundo es el amortiguador. Son los conocidos comunmente como gatos hidráulicos, funcionan como los amortiguadores de los autos, se instalan entre el edificio y el suelo, no puede colocarse en un inmueble ya construido.

A pesar de que los amortiguadores son una herramienta para brindar seguridad a las construcciones, la resistencia de los edificios no dependen de ellos.

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Félix Villaseñor explicó que, contrario a lo que se piensa, las construcciones que soportaron mejor el temblor no fueron las más modernas, sino las que se edificaron a principios de siglo o antes: las iglesias, los museos, las casas hechas de piedras gruesas; esas obras siguen en pie sin necesidad de contar con tecnología y eso se debe a lo robusto de las estructuras.

Esto también explica por qué hubo edificios que no resistieron. En la década de los cuarenta, se apostó al funcionalismo, caracterizado por sus columnas frágiles.

El derrumbe

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En el Centro Histórico la ciudad quedó prácticamente destruida esa mañana de 1985: el Hotel Regis y el edificio Aztlán se redujeron a añicos. Félix Villaseñor era en ese entonces universitario, le tocó rescatar personas del Hotel del Prado y notó las características de los inmuebles que no resistieron.

El arquitecto explicó que los edificios de cinco a siete pisos fueron los más afectados, no así los superiores a esa altura y los edificios chaparros. Este se debe al comportamiento sísmico por el tiempo que tarda la onda de choque en subir por el edificio.

Para entenderlo mejor, dijo, se puede comparar con una antena de auto cuando se mueve desde la base: “se va a generar un vaivén, como un péndulo en la antena. Entonces hay un periodo en que la onda regresa, es lo mismo que pasó con los edificios, pues en el retorno de la onda chocaban con los edificios de a lado o se quedaban en vibración rompiendo las columnas”.

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¿Por qué hay edificios mochos?

Ya pasaron 30 años desde que se derrumbaron varios pisos del edificio ubicado en la calle Guaymas número 8, en la Roma. El inmueble, que actualmente es ocupado para oficinas, nunca volvió a ser el mismo. Dicen que antes era de ocho pisos, ahora tiene cuatro y cada que tiembla pareciera que se caerá el resto de la estructura.

Más hacia el centro de la ciudad está la zapatería Leo, justo en la esquina de Eje Central y Artículo 123. Sus paredes aún conservan el tipo de ventanas que tenía el edificio de General Electric, inmueble de siete pisos que quedó rebajado a cuatro, mocho. Ambos edificios no fueron restituidos a sus pisos originales y son la prueba de que la ciudad guarda en sus inmuebles el recuerdo de la tragedia.

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El principal motivo por el que las inmuebles no fueron restituidos a su estructura original se debe a un factor meramente económico. El regresarles sus pisos implicaría inversión que no siempre se está dispuesto a gastar, mencionó Villaseñor.

Ésta es la misma razón por la que no fueron derrumbados todos los inmuebles que tuvieron daños después del temblor.

El aprendizaje

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Entre la destrucción hubo inmuebles que resistieron el desastre y es que no todo estaba tan mal, consideró Raúl Granados, pues hubo obras con daños menores que fueron reforzadas en su estructura.

El desastre dejó una mejor experiencia en la materia, pues permitió la creación de medidas preventivas. La Ciudad de México actualmente está mejor preparada ante un desastre natural y tiene estructuras más confiables.

José Luis Gutiérrez Brezmes, catedrático del departamento de arquitectura de la Universidad Iberoamericana, explicó que después del terremoto salió un reglamento provisional de construcciones y un par de años después del sismo, se puso en operación nuevos lineamientos en la materia.

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La novedad del reglamento consistió en dotar de mayor responsabilidad a los encargados de la obra.

“Ya tomando esto en cuenta cualquier edificación ya hecha con ese marco normativo tiene mucho mejores condiciones de seguridad”.

El DF tiene los reglamentos necesarios para garantizar la seguridad de las construcciones; no obstante a veces la mano de obra no es la mejor y de ahí viene un problema que es primordial resolver: perfeccionar la supervisión de las obras y procedimientos de construcción, dijo.

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