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La desaparición de glaciares amenaza el futuro natural y social en los Andes

Un 50 por ciento de los glaciares podrían desaparecer para mediados de siglo si continúa el calentamiento global

Ginebra, 1 nov (EFE).- Un 50 por ciento de los glaciares de los Andes, especialmente en latitudes tropicales, podrían haber desaparecido para mediados de siglo si continúa el calentamiento global, poniendo en peligro ecosistemas, cultivos y poblaciones no sólo en la alta montaña, según los expertos.

El rápido retroceso de estas masas heladas, que constituyen una de las mayores reservas de agua dulce del mundo, produce cambios del ciclo de lluvias, el aumento de inundaciones y corrimientos de tierra, se advirtió en la Cumbre de la Alta Montaña convocada en Ginebra por la Organización Meteorológica Mundial (OMM).

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HASTA CUATRO GRADOS DE AUMENTO DE TEMPERATURA

Los Andes, al igual que otras regiones del mundo de alta montaña, son más sensibles al cambio climático que tierras bajas y han registrado en los últimos años una subida de temperaturas de entre 2 y 4 grados centígrados, frente a una media de un grado en bajas alturas.

«En países como Perú, Ecuador, Bolivia o el norte de Chile y Argentina vemos tasas de retroceso de los glaciares nunca vistas antes», destaca a Efe la chileno-australiana Carolina Adler, codirectora de la cumbre y responsable de la red global de expertos Iniciativa de Investigación sobre Montañas.

«El agua todavía no escasea, pero va a haber un momento en que va a ocurrir, en cosa de 10 o 20 años el efecto se va a sentir», subraya por su parte el experto Nelson Quispe, subdirector de predicción en el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú, en una pausa de la cumbre.


PERÚ, UNO DE LOS PAÍSES MÁS AFECTADOS

En el país andino, donde se encuentran alrededor de un 70 por ciento de los glaciares tropicales de Suramérica, han desaparecido 140 de estas masas heladas entre 2000 y 2016, y la tendencia actual apunta a la desaparición gradual de los que haya por debajo de los 5.600 metros.

«Hace sólo 10 años había un glaciar muy conocido y visitado, el Pastoruri, que ahora es sólo un pequeño bloque de hielo», puso como ejemplo Quispe.

Mientras los glaciares retroceden, el aumento de las temperaturas produce también efectos positivos como la posibilidad de cultivar maíz en Suramérica a alturas donde antes era imposible, hasta por encima de los 3.000 metros, o la expansión de la fauna y la flora a zonas antes cubiertas de nieve y hielo.

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Sin embargo, para los expertos estos efectos relativamente beneficiosos del deshielo son sólo temporales y suponen un desperdicio del agua que necesitarán en el futuro no sólo los habitantes de las zonas de alta montaña (1.100 millones en todo el planeta) sino poblaciones mucho mayores río abajo.


LAS TIERRAS BAJAS TAMBIÉN AMENAZADAS

El agua de los glaciares andinos, por ejemplo, es hoy por hoy la principal fuente de abastecimiento de urbes costeras como Lima, la segunda mayor ciudad del mundo asentada en una zona desértica.

«La escasez de agua se va sintiendo sobre todo en esa parte sur de Perú, pero paulatinamente va a ir extendiéndose al centro y al norte, y esto se va a generalizar en los próximos 20 años», alertó Quispe.

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La «cumbre sobre cumbres» de esta semana en la sede de la OMM intenta ser una respuesta a las urgencias que el cambio climático está generando en la alta montaña y las zonas vecina, señaló Adler.

En ella se ha subrayado la necesidad de aumentar la capacidad tecnológica para observar los cambios en las áreas más altas.

«No hay información meteorológica o es muy escasa de las zonas de mayor altura de los Andes, donde están los glaciares, por lo que pedimos apoyo para tener esos datos específicos», dijo Quispe.

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Como en otras zonas del planeta, también se admite que el cambio climático y sus consecuencias demográficas y en la biodiversidad ya están aquí, por lo que se deben buscar formas de adaptarse a lo que ya ha ocurrido.

«Es necesario por ejemplo cambiar los tipos de alimentos que se cultivan a diferentes alturas», subrayó Adler, mientras que para Quispe hay que hacer frente a «nuevas formas de vida».

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