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El día que Occidente mató y enterró a la libertad y a la verdad, relatado por Javier Benítez

El pasado 3 de marzo la Comisión Europea escribió la página más oscura de la historia de las libertades. Por tanto, algo sin precedentes. Pero lo más grave: violó la propia Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea al prohibir en su ‘espacio vital’ a los medios de información rusos Sputnik y RT.

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La pista para entender esta decisión del bloque comunitario, que viola flagrantemente el artículo 11 de su Carta de Derechos Fundamentales, podemos encontrarla en la legendaria frase que se le atribuye a Groucho Marx: “Éstos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros”. A veces, apelar al humor ayuda a desdramatizar momentos críticos. Y este lo es.

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En lo que claramente es un derecho público, las autoridades europeas actuaron como si fueran una empresa privada, dueña de bloquear usuarios de forma arbitraria. Para que se entienda: más que como autoridades estatales, actuaron como si fueran un CEO de Facebook o YouTube, que no tienen que dar explicaciones sobre sus ‘derechos de admisión’ en sus redes.

En su medida ilegal –originada en EU y replicada por sus otros países-satélite como Reino Unido, Australia o Canadá–, por tratarse de una decisión política y no judicial, es decir, arbitraria, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien proviene del mismo país que Joseph Goebbels, arguyó que Sputnik y RT son aparatos propagandísticos.

Europa vs prensa rusa

Aquí, como poco, hay una confusión, sino una manipulación: una cosa es defender un punto de vista, y otra muy distinta es hacer propaganda.


También los ha calificado como medios de desinformación. En este punto me doy por aludido por ser un trabajador de Sputnik. Primero, estoy en condiciones de afirmar que von der Leyen justifica su medida con un argumento falso.

En todos estos años, cada vez que en Sputnik hemos difundido una noticia, sin importar cuál sea la fuente, lo hemos hecho con un gran rigor y tras haberla hecho pasar por mil filtros: es lo que se conoce como ‘contrastar la información’.

Es por eso que puedo decir que todas y cada una de las noticias que publica Sputnik, resisten el archivo. No hay fisuras. Las fuentes son citadas, lo que quita cualquier resquicio de duda sobre su veracidad. Y es por eso que cuando nos tachan de difundir noticias falsas, duele tanto. Porque nos acusan sin más, sin presentar pruebas, como ya es su práctica habitual. Lo lanzan, se dan media vuelta y se van sin dar explicaciones, embriagados en su superioridad moral a la europea. Tiran la piedra, y esconden la mano. Y se acabó. Su máxima prueba suele ser un “highly-likely”.

En mi caso personal, puedo argumentar de forma pomposa, que como actitud de vida siempre digo la verdad. O también puedo decir, que tal vez por el hecho de tener un toque de vagancia, me resulta más fácil y más cómodo decir la verdad. Cualquiera que haya mentido alguna vez, y luego para tapar esa mentira haya tenido que ir diciendo mentiras cada vez más grandes, sabe que al final miente tanto que se olvida de la primera mentira y cae en su propia trampa. Por eso es más fácil decir la verdad. Uno no se complica la vida haciéndolo.

Puedo decir que en Sputnik, medio en el que trabajo prácticamente desde su fundación, hemos sufrido en carne propia, ataques y discriminaciones de Gobiernos europeos, pero también de colegas de agencias y medios periodísticos. Cuestiones que en este momento se han exacerbado, en un Occidente donde impera el relato único y uniforme, una suerte de dictadura del pensamiento total, donde se normalizan cuestiones impensables como el nazismo, si tenemos en cuenta lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial.

Pero también cualquier ciudadano de a pie en Europa hoy siente miedo a expresar su verdadero sentir si no coincide con el relato impuesto, por temor a ser linchado, virtual o físicamente. Pobre de aquel que se salga de la fila.


Ahora mismo, la verdad y su defensa están en sus horas más bajas en Occidente. Tan bajas que parece que las hayan encarcelado en una mazmorra, o en capas subterráneas muy profundas, tapadas con subterfugios falsos.

La palabra Sputnik, que se universalizó el 4 de octubre de 1957 cuando la Unión Soviética lanzó aquel primer satélite artificial de la historia, etimológicamente significa ‘compañero de viaje’, o ‘compañero de vida’. También se asocia con alguien que siempre está a tu lado. Desde nuestro medio, aspiramos a eso, a ser el ‘Sputnik’ de quienes confían en la honestidad de nuestro trabajo. Contra viento y marea.

¿Quién es Javier Benítez?

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Periodista internacional. Tras una vasta carrera en medios uruguayos, en 2006 se instala en Barcelona, donde tuvo un pasaje por Ràdio 4 (RNE) y otros medios, a la par de ejercer corresponsalías para Latinoamérica.

En 2013 se traslada a Moscú y se incorpora a RT en Español, y en 2015 desembarca en Radio Sputnik. En 2016 fue galardonado en Madrid por la Organización de Periodistas Iberoamericanos como “Personalidad del año” en Radiodifusión. Locutor institucional de las transmisiones de los partidos de LaLiga española para Latinoamérica y el mercado latino de EU.

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