Muere Rosario Ibarra, legendaria luchadora social mexicana

Fue un acto osado frente a un presidente mexicano en la década de 1970. México vio por primera vez cómo una madre mexicana portaba sobre su pecho la foto de un hijo desaparecido. Fue el 20 de noviembre de 1976 y ella era Rosario Ibarra, la primera mujer candidata a la presidencia del país, varias veces legisladora y nominada al Premio Nobel de la Paz. Ibarra murió este sábado a los 95 años.

La Comisión Nacional de Derechos Humanos, que preside su hija, Rosario Piedra, informó del deceso en su cuenta oficial de Twitter con un mensaje en el que la calificó de “pionera en la defensa por los derechos humanos, la paz y la democracia en México”. Ibarra murió en la ciudad de Monterrey, en el norte del país, después de varios años de tener una salud delicada.

La lucha que Ibarra comenzó en la década de 1970, con el gesto simbólico de ponerse en el pecho la foto de su hijo, Jesús Piedra, miembro de un grupo armado comunista y desaparecido tras haber sido detenido y acusado del asesinato de un policía. Siguió hasta el final de sus días.

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Siempre aguerrida, defendió la batalla contra la corrupción, la impunidad y la simulación. Primera mujer candidata a la presidencia de México en 1982, lo intentó de nuevo en 1988. Fue dos veces diputada y luego senadora y la nominaron cuatro veces al Premio Nobel de la Paz.

“Nos recordará siempre el más profundo amor a los hijos y la solidaridad con quienes sufren por la desaparición de sus seres queridos”, tuiteó el presidente Andrés Manuel López Obrador, un político al que ella había considerado un “querido y respetado amigo”.

Sin embargo, eso no la hizo cejar en sus convicciones.

En 2019, a los 92 años y ya con López Obrador como presidente, no quiso aceptar uno de los galardones más prestigiosos del país que otorga el Senado cada año, alegando que lo haría hasta saber la verdad sobre los desaparecidos, que ahora casi suman 100.000 personas, según cifras oficiales.


“No quiero que mi lucha sea inconclusa”, expresó la activista en un texto leído por su hija, Rosario Piedra, pues Ibarra no acudió a la ceremonia que por motivos de salud.

“Dejo en tus manos (las de López Obrador) la custodia de tan preciado reconocimiento y te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos y añorados hijos y familiares y con la certeza de que la justicia anhelada, por fin los ha cubierto con su velo protector”, le dijo al mandatario, presente en el acto y quien siempre ha dicho tener en Ibarra una de sus referencias de lucha política.

Horas antes, el presidente la había puesto como “ejemplo mundial de congruencia”.

Rosario Ibarra llevaba más de 40 años buscando a su hijo y a través del Comité Eureka fue una de las promotoras de la búsqueda de los desaparecidos del país, tanto de los de la llamada guerra sucia, en la década de 1970, como de los desaparecidos actuales en el contexto del combate a la delincuencia organizada.

Su reclamo de verdad y justicia para los desaparecidos, así como su exigencia de amnistía para los presos políticos de México, tuvo todas las formas posibles: encadenándose en lugares emblemáticos, con marchas, huelgas de hambre, visitas a campos y prisiones militares o incluso yendo 18 años seguidos a pedir justicia ante las oficinas de Naciones Unidas, como ella misma cuenta en el documental “Rosario”, de Shula Erenberg.

Fue también la mujer que le puso la banda “presidencial” a López Obrador cuando él se autoproclamó “presidente legítimo”, después que en las elecciones presidenciales de 2006 se diera oficialmente por vencedor a Felipe Calderón.


En respuesta, el hoy mandatario dijo que fue por ella por quien votó en las elecciones que le dieron la victoria en 2018, en un acto simbólico de reconocimiento a su figura.

“No permitas que la violencia y la perversidad de los gobiernos anteriores siga acechando”, le espetó la luchadora social desde las cuartillas leídas por su hija en el Senado hace tres años.

Lamentó en ese momento que la desaparición forzada continúe en el país, instó a seguir luchando “por la vida y la libertad” y dejó entrever que el gobierno “añorado” de la izquierda mexicana, un año después de llegar al poder, no había dado tantos resultados esperados.

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“Las familias de Eureka hoy seguimos igual que hace tantos años”, dijo entonces. “La herida abierta solo dejará de sangrar cuando sepamos donde están los nuestros”.

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