Fin del "cero COVID" en China ignoró a expertos, costó vidas

BEIJING (AP) — Cuando China retiró de improviso sus estrictas medidas de cero COVID en diciembre, el país no estaba preparado para el gran aluvión de casos. Los hospitales tuvieron que rechazar a las ambulancias que llegaban y los crematorios incineraban cuerpos sin parar.

Medios estatales afirmaron que la decisión de abrir se basaba en “análisis científicos y un cálculo medido”, y no era “en absoluto impulsivo”. Pero en realidad, el Partido Comunista, que gobierna China, ignoró los reiterados esfuerzos de destacados expertos médicos por iniciar planes de salida hasta que fue demasiado tarde, según hallazgos de The Associated Press.

En su lugar, la reapertura se produjo de forma repentina al inicio del invierno, cuando el virus se expande con más facilidad. Muchas personas mayores no estaban vacunadas, las farmacias no tenían antivirales y los hospitales no tenían suministros ni personal adecuado, lo que provocó hasta cientos de miles de muertes que podrían haberse evitado, según modelos académicos, más de 20 entrevistas con empleados actuales y pasados del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de China, expertos y asesores del gobierno, así como reportes internos y directivas obtenidos por AP.

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“Si hubieran tenido un plan real de salida antes, podrían haberse evitado muchísimas cosas”, dijo Zhang Zuo-Feng, epidemiólogo de la Universidad de California, Los Ángeles. “Podrían haberse prevenido muchas muertes”.

Los expertos estiman que muchos cientos de miles de personas, quizá millones, podrían haber muerto en la oleada de COVID-19 en China, lo que si bien está muy por encima de la cifra oficial de 90.000 muertos sigue siendo mucho menos que el número de víctimas en países occidentales. Sin embargo, entre 200.000 y 300.000 muertes podrían haberse evitado si el país hubiera tenido mejores tasas de vacunación y reservas de antivirales, según modelos de la Universidad de Hong Kong. Algunos científicos estiman que podrían haberse salvado incluso más vidas.

“No fue una buena decisión de salud pública en absoluto”, dijo un funcionario del CDC en China que declinó dar su nombre para hablar con franqueza de un asunto sensible. “Fue un momento absolutamente malo (...) esto no fue una apertura preparada”.

Durante dos años, China destacó por sus duros pero exitosos controles contra el virus, a los que se atribuye haber salvado millones de vidas mientras otros países tenían problemas con confinamientos intermitentes. Pero con la aparición de la contagiosa variante omicron el año pasado, muchos funcionarios y expertos médicos importantes en China temían que la política de cero COVID fuera poco sostenible.


A finales de 2021, el gobierno chino empezó a hablar de cómo levantar las restricciones. Para marzo de 2022, expertos médicos de alto nivel habían enviado una detallada estrategia de reapertura al Consejo Estatal, el gabinete chino. La existencia del documento se reportaba por primera vez en la investigación de AP.

Sin embargo, el debate al respecto quedó silenciado tras un brote ese mismo mes en Shanghái, que hizo que el mandatario chino, Xi Jinping, confinara la ciudad. Expertos chinos de salud pública dejaron de hablar de preparar una salida, reacios a desafiar abiertamente una política respaldada por Xi.

Para cuando el brote de Shanghái quedó bajo control, apenas quedaban unos meses para el 20mo Congreso del partido, la cita política más importante del país en una década, lo que añadía complicaciones políticas a la reapertura. De modo que el país se atuvo a las pruebas diagnósticas masivas y las cuarentenas de millones de personas.

“Todo el mundo espera al congreso del partido”, dijo un experto médico que declinó dar su nombre para hablar de un asunto sensible. “Inevitablemente hay un aspecto de que todo el mundo es muy prudente”.

En el congreso a mediados de octubre, funcionarios importantes que discrepaban con Xi fueron apartados. En su lugar, seis políticos leales siguieron a Xi en el escenario en la presentación de una nueva formación de gobierno que consolidaba su domino del partido.

Una vez terminada la reunión del partido, por fin se alzaron algunas voces del sector de salud pública. En un documento interno publicado el 28 de octubre al que tuvo acceso The Associated Press y del que se informa ahora por primera vez, Wu Zunyou, epidemiólogo jefe del CDC chino, criticó al gobierno de la ciudad de Beijing por unos controles excesivos de COVID-19 y dijo que no tenían “base científica”. Lo describió como una “distorsión” de la política de cero COVID del gobierno central y advirtió que suponía un riesgo de “intensificar el sentimiento de la población y causar insatisfacción social”.


Al mismo tiempo, dijo que las medidas del gobierno central eran “absolutamente correctas”. Un exempleado del CDC dijo que Wu se sentía impotente porque se le había ordenado defender el protocolo de cero COVID en público a pesar de que en ocasiones discrepaba con sus excesos en privado.

Wu no respondió a un email pidiendo comentarios. Una persona cercana a Wu confirmó que había escrito el reporte interno.

Otra persona que alzó la voz fue Zhong Nanshan, un médico conocido por dar la voz de alarma por el brote original de COVID en Wuhan. Escribió personalmente a Xi y le dijo que el enfoque de cero COVID no era sostenible, instando a una reapertura gradual, según una persona cercana a Zhong.

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A principios de noviembre, la entonces vicepremier Sun Chunlan, máxima responsable de lucha contra el COVID en el país, convocó a expertos de sectores como salud, viajes y economía para abordar un ajuste de las políticas de Beijing contra el virus, según tres personas con conocimiento directo de las reuniones. El 10 de noviembre, Xi ordenó ajustes.

Al día siguiente, Beijing anunció 20 nuevas medidas para modificar las restricciones, como nuevas clasificaciones de zonas de riesgo y una reducción de los plazos de cuarentena. Pero al mismo tiempo, Xi dejó claro que China se atenía al cero COVID.

El gobierno quería orden. En su lugar, las medidas sembraron el caos.

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Los gobiernos locales, que recibían mensaje contradictorios de sus superiores, no estaban seguros de si confinar o abrir. Las normas cambiaban de un día para otro.

A finales de noviembre, la frustración ciudadana salió a la superficie. Un incendio mortal en un bloque de apartamentos en la remota región occidental de Xinjiang provocó protestas en todo el país por las puertas bloqueadas y otras medidas contra el virus. Algunos pidieron la renuncia de Xi, el desafío más directo al poder del Partido Comunista desde las protestas prodemocracia de 1989.

La policía antimotines intervino y las protestas fueron aplastadas con rapidez. Pero entre bambalinas, el ánimo cambiaba.

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Las referencias al cero COVID desaparecieron de las declaraciones oficiales. la agencia estatal de noticias Xinhua dijo que la pandemia causaba “fatiga, ansiedad y tensión” y que el coste de controlarla crecía cada día.

Días después de las protestas, Sun celebró reuniones en las que dijo a los expertos médicos que el estado tenía previsto “moverse deprisa” para abandonar el modelo de cero COVID. La decisión final se tomó de forma abrupta y con pocas aportaciones directas de expertos de salud pública, según dijeron varias personas a AP.

“Ninguno de nosotros esperaba un giro de 180 grados”, dijo un asesor del gobierno.

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Muchos en el gobierno chino creen que las protestas aceleraron la decisión de Xi de retirar por completo las restricciones contra el virus, según tres empleados antiguos y actuales del gobierno.

“Fue el detonante” dijo uno, que no fue identificado porque no estaba autorizado a hablar con los medios.

El 6 de diciembre, Xi dio instrucciones a las autoridades de que cambiaran los controles de COVID-19, según Xinhua.

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Al día siguiente, las autoridades chinas de salud anunciaron 10 importantes medidas que en la práctica eliminaban los controles, cancelaban los requisitos de pruebas diagnósticas, la cuarentena centralizada obligatoria y los códigos QR que monitoreaban la salud y la ubicación de los ciudadanos. La decisión de reabrir de forma tan repentina tomó al país por sorpresa.

“Incluso un aviso de tres días habría estado bien”, dijo un exfuncionario del CDC de China. “La forma en la que ocurrió esto es simplemente increíble”.

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La reportera Kanis Leung en Hong Kong contribuyó a este despacho.

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