Los Ángeles atraviesa una de las crisis más graves de su historia debido a incendios forestales y urbanos catalogados como los más destructivos registrados en la región. Hasta el momento, los siniestros han consumido 16 mil hectáreas, dejado 24 víctimas mortales y afectado más de 12 mil estructuras, según datos oficiales.
A pesar de contar con un departamento de bomberos capacitados con avanzado sistema de combate contra incendios, incluyendo una red de hidrantes altamente desarrollada, los recientes eventos extremos superaron las capacidades de respuesta.
Durante las primeras 15 horas de emergencia, la demanda de agua cuadruplicó lo habitual, vaciando tres tanques con capacidad de un millón de galones cada uno, lo que redujo la presión en los hidrantes y complicó las labores de los bomberos.
Impacto económico y social
Las comunidades más afectadas, como Pacific Palisades y Eaton, han sufrido daños catastróficos. A pesar de contar con sistemas sofisticados de prevención, como rociadores automáticos y alarmas conectadas a los departamentos de bomberos, las llamas arrasaron propiedades multimillonarias, incluyendo residencias de empresarios y celebridades.
De acuerdo con un informe de Aon, consultora en administración de riesgos, las pérdidas aseguradas se estiman entre $15 mil y $20 mil millones de dólares en Palisades y entre $7 mil y $10 mil millones en Eaton. Además, los daños incluyen la pérdida de obras de arte y especies de alto valor, mientras que el humo y los fuertes vientos de Santa Ana, con ráfagas de hasta 95 kph, amenazan con agravar la situación en los próximos días.
Cambio climático y resiliencia urbana
Juan Manuel Núñez, académico del Centrosur-Ibero, destacó que estos incendios no son casos aislados, sino una advertencia de cómo el cambio climático y la urbanización descontrolada intensifican los desastres. Propuso estrategias para construir comunidades más resilientes, como:
- Zonificación de áreas de riesgo: Delimitar zonas propensas a incendios para restringir el desarrollo urbano
- Protección de ecosistemas naturales: Preservar bosques y corredores ecológicos como barreras naturales
- Infraestructura resiliente basada en la naturaleza: Plantar vegetación estratégicamente para reducir el combustible en áreas boscosas
- Reubicación de comunidades vulnerables: Ofrecer alternativas de vivienda en zonas seguras
- Educación comunitaria: Fomentar una cultura de resiliencia colectiva e involucrar a la población en la planificación territorial
Núñez enfatizó que estos esfuerzos son fundamentales para mitigar futuros desastres y repensar la gestión de las ciudades frente al cambio climático.
