Un análisis de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) reveló que 113 de las 210 principales presas de México cerraron la temporada de lluvias de 2024 con niveles de almacenamiento por debajo del promedio de los últimos 30 años, lo que agrava la crisis hídrica que enfrenta el país.
De acuerdo con una investigación de Catálisis, unidad de análisis tecnológico de Quinto Elemento Lab, el volumen registrado el 31 de octubre —cuando las presas deberían alcanzar su máximo nivel— ha mostrado una caída sistemática desde 2019. Más del 70% de los embalses analizados se encuentran hoy en niveles críticos.
Estados en crisis hídrica
Los estados con los casos más alarmantes son Sonora, Sinaloa, Chihuahua y Guerrero. En Sonora, por ejemplo, la presa Abelardo L. Rodríguez, que abasteció por décadas a Hermosillo, ha estado por debajo del 20% de su capacidad desde 2015 y prácticamente se secó en 2024.
La sequía afecta ya a casi todo el país: el 98% de los municipios mexicanos reportó al menos un día de sequía durante este año. Según Sandra Guido, directora de la organización Conselvas, Costas y Comunidades, el fenómeno se ha intensificado desde 1990 por factores como el cambio climático y el manejo deficiente del agua.
Presas ya no cubren demanda de agua
Un estudio del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) advierte que 126 presas ya no cubren la demanda de agua, y proyecta que para 2040 la cifra podría elevarse a 139 en situación de estrés hídrico.
En la región del río Bravo, 15 de las 23 presas están por debajo del promedio de las últimas tres décadas. Esta situación pone en riesgo el cumplimiento del Tratado de 1944, que obliga a México a entregar más de 430 mil hectómetros cúbicos de agua a Estados Unidos cada cinco años.
La fecha límite para cumplir con el ciclo actual es el próximo 25 de octubre, pero México ha tenido que solicitar prórrogas en varias ocasiones. En respuesta, el gobernador de Texas, Greg Abbott, pidió al Departamento de Estado estadounidense ejercer presión diplomática.
Pérdidas económicas
En el ámbito agrícola, la falta de agua tiene consecuencias directas: en Sonora, dos de los principales valles agrícolas operan apenas al 25% de su capacidad de cultivo. Las pérdidas económicas son millonarias y afectan a uno de los sectores más productivos de la región.
Además del impacto económico, las sequías dejan huellas profundas en el medio ambiente: suelos degradados, pérdida de vegetación y embalses azolvados que reducen aún más la capacidad de almacenamiento de las presas.