A la par de darnos cuenta cuánto dependemos de las redes sociales y del intercambio de todo tipo de información por medio de las aplicaciones de mensajería instantánea, es posible que también tomáramos consciencia de los riesgos que corremos en términos de seguridad digital mientras duró la caída de varias de estas herramientas esta semana.
Una parte significativa de las organizaciones delincuenciales se ha trasladado por completo a operaciones cibernéticas no sólo para organizar ataques que pueden significar secuestros virtuales de bases de datos y servidores, sino para llevar a cabo una amplia variedad de crímenes robando claves de acceso, información personal y suplantando identidades para hacer transacciones de manera remota.
Durante las seis horas en que estas Apps quedaron desconectadas el mundo virtual, era previsible que los delincuentes de la red empezaran a diseñar velozmente esquemas de engaño y fraude para sorprender por medio de correos electrónicos, mensajes en apariencia de protección que provenían de empresas de servicios o el envío de virus que pudieran confundirse con medidas de reinicio en equipos de cómputo y celulares.
Si la información cotidiana que compartimos cada vez tiene más valor para marcas de bienes de consumo, los datos que permiten el acceso a cuentas bancarias, documentación oficial y hasta a los servidores de la empresa para la que trabajas se convierte en una de las propiedades con mayor demanda entre los cibercriminales.
No habíamos terminado de reírnos y de padecer la caída de esas redes cuando ya circulaban algunos reportes sobre mensajes que buscaban contar con información de acceso de usuarios o cualquier otro indicio que abriera la puerta a cometer actos ilegales en medio de la confusión.
Uno de los principios de prevención digital es nunca responder a una solicitud de contraseñas, provenga de donde provenga. Las empresas que nos brindan servicios envían mensajes constantes aclarando que ellas no hacen este tipo de peticiones. Así como no le abrimos la puerta de nuestro hogar a ningún extraño, debemos actuar de la misma manera con quienes intenten acceder a nuestra vida virtual.
Otra recomendación útil es tampoco compartir nuestro número de teléfono celular. Las bandas de extorsionadores telefónicos, por ejemplo, navegan por internet y aprovechan cualquier oportunidad para enlazar este delito con llamadas que simulan la intervención de grupos criminales de alto perfil. Todo puede empezar con una llamada de “exploración” sobre una oferta o promoción, después de tener el número vía correo, para segundos después iniciar con las amenazas y la demanda de dinero depositado en alguna cuenta que se usa para este fin.
Si algo suena sospechoso es probable que lo sea y por ello es importante verificar cualquier mensaje, correo o imagen que pida información con aquella institución que la pide, pero no a los números que pueden contener estos envíos, sino a la fuente directa del bien o servicio que tenemos contratado.
Prácticamente todas las compañías que brindan servicios de comunicación, entretenimiento y telefonía cuentan con centros de contacto que son fáciles de ubicar, lo mismo que la sucursal del banco de nuestra preferencia. Comprobar es prevenir y la prevención es la mejor seguridad.
Estar comunicados es un ejercicio de naturaleza humana. Somos una especie que convive y le da sentido a su existencia a través de interactuar con otros con quienes coincide y colabora. La tecnología ha hecho que ese aspecto crezca de manera exponencial, pero también ha creado nuevos riesgos que debemos atender para no ser víctimas de un delito que será virtual, aunque su daño será bastante real. Adaptémonos y en caso de saber o ver algo, denunciemos al 911 o al 088.