Estar vacunados, con todo y refuerzo, no impide que nos contagiemos, por lo que mantener los casos activos a la baja y las hospitalizaciones, ya está más de nuestro lado que del de nuestras autoridades.
Apelo a la experiencia civil que hemos acumulado en dos años y medio para seguir cuidándonos y así cuidar a otros; el paso de pandemia a endemia, precisamente implica que muchos nos contagiaremos antes de que el virus termine por debilitarse ante el volumen de personas que han superado la enfermedad, son asintomáticos o resultaron inmunes a su efecto.
Por eso debemos ser responsables y seguir con las medidas que conocemos para evitar un nuevo pico y pongamos en riesgo a personas vulnerables.
Uno de nuestros argumentos sociales, usado muchas veces con otra interpretación, es que en esta pandemia no debe perderse ninguna vida y ese tiene que ser el motivo principal para tomar precauciones.
Sin alarmas, hagamos lo que nos corresponde para que la higiene y la sanitización de los espacios cerrados sea una constante, igual que el uso de cubrebocas y la distancia personal.
Hemos regresado a rutinas anteriores y eso ha relajado la prevención, lo que nos puede costar en vidas y en personas enfermas de todas las edades. Nuestra obligación ciudadana es evitarlo.
Las autoridades de salud seguirán conduciendo las acciones y políticas públicas que nos lleven a la siguiente etapa de esta contingencia; a nosotros nos toca organizarnos bien para que nadie corra peligro porque pensamos que esto ha terminado.
Y, como ocurre en muchos casos, nos hemos contagiado, acudamos al médico, aislémonos, vigilemos los síntomas y la oxigenación, hasta que pase el periodo de enfermedad y podamos reintegrarnos a nuestras actividades cotidianas.
Contar con las vacunas es la enorme diferencia y gracias a ello estamos en una posición distinta y favorable respecto de la evolución de una pandemia que nos tomó por sorpresa.
Llegar a una coexistencia con el virus es un proceso que está en manos de la naturaleza, en las nuestras está minimizar su impacto, tal y como lo hemos hecho por varios periodos en este largo camino para salir de la emergencia.
Las noticias de reapertura en China y el comportamiento estable de la infección en Europa y en América permiten un pronóstico alentador, pero este virus tiene un comportamiento inusual y sus oleadas no siguen el patrón de otros microorganismos. Podríamos aprender lo mismo y hacernos de hábitos que no le den posibilidades de generar variantes o de expandirse.
De nuevo, el llamado es a no bajar la guardia. Aquellos que no se habían contagiado, ahora pueden estarlo y quienes ya sufrieron la enfermedad pueden tener adquirirla otra vez con menos consecuencias, lo que no quiere decir que deban restarle importancia.
Como sociedad hemos avanzando en medio de esta inédita crisis y aquí estamos, ese es un mérito que hemos logrado, pero todavía no estamos en la puerta de salida y, en un entorno mucho más benigno que al inicio, actuemos de manera corresponsable y cerremos cualquier oportunidad de regresar a medidas de resguardo y contención que podrían afectarnos en lo social y en lo económico. No esperemos, hagamos; no nos confiemos, preveamos.
Aún falta tiempo para superar del todo esta pandemia, lo que está a nuestro favor es que ya sabemos cómo cuidarnos, las formas en que evitamos el contagio y atendernos en caso de resultar positivos.