Como veíamos en la entrega anterior, una de las principales causas de la contaminación atmosférica en las grandes ciudades del mundo son las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) de los automóviles, vehículos de carga y transporte público que inundan las calles y avenidas de las urbes.
Según la Organización Mundial para la Salud (OMS), tan solo en 2012 la contaminación del aire fue responsable de 3.7 millones de muertes en el planeta (11% por enfermedad pulmonar obstructiva crónica, 6% por cáncer de pulmón; 40% por enfermedad isquémica del corazón, 40% por accidente cerebrovascular y alrededor de 3% por infección respiratoria aguda).
La mayor parte de estos decesos, cerca del 70%, ocurrió en los países de la región Pacífico occidental y el sureste de Asia (1.67 millones y 936 000 muertes, respectivamente), sin embargo, en el continente americano se registraron cerca de 58 000 decesos. Desde la década de los años noventa, amables lectores, se empezaron a idear e implementar diversos programas cuyo objetivo era reducir esas emisiones. Algunos, principalmente en Europa, tuvieron éxitos parciales y en nuestro país surgió el Hoy No Circula, creado en 1990, con la meta de que el 20 por ciento del parque vehicular dejara de circular en el entonces Distrito Federal, que a nivel nacional era la región con más contaminación atmosférica.
Sin embargo, amables lectores, a 32 años de ponerse en práctica el Hoy No Circula, y de acuerdo con las condiciones actuales del parque vehicular matriculado en el Valle de México, más el que todos los días ingresa de otras entidades, el diagnóstico que hacen especialistas es que solo el 5 por ciento deja de circular. Es decir, de los 5.1 millones de vehículos que se mueven día a día en la Zona Metropolitana, una cantidad insignificante se queda en los estacionamientos de las casas.
Esto significa que el mencionado programa, así como está implementado, es un fracaso y se requiere con urgencia que autoridades del Valle de México, especialistas en medio ambiente, investigadores, representantes de grupos empresariales y organizaciones civiles conjunten esfuerzos para evaluar modificaciones al programa y adecuarlo a las situaciones actuales de la Megalópolis.
Pensamos que se debe analizar el problema de la contaminación atmosférica desde distintas ópticas y no solo desde la emisión de Gases de Efecto Invernadero causada por los vehículos. En este encuadre multifacético destaca saber por qué esos 5.1 millones de vehículos congestionan a diario las avenidas primarias y secundarias de la Zona Metropolitana. Y la respuesta es que se debe a la carencia de un transporte público seguro, continuo y suficiente para movilizar a 9 millones de personas desde sus hogares hasta sus trabajos, escuelas o sitios de reunión. Es una realidad que no tenemos un transporte público a la medida de las necesidades de la población. El que hay es inseguro, incómodo, poco confiable, saturado y escaso, llámese Metro, Metrobús, Tren Ligero, Mexibús, Tren Suburbano, microbús, trolebús, etcétera. Ninguno cumple con normas mínimas internacionales.
Ante la escasez de transporte público, la mayoría de los habitantes del Valle de México optó por adquirir dos autos y evitar el Hoy No Circula, con los consecuentes resultados desastrosos al congestionamiento vehicular. La zona metropolitana, amables lectores, ocupa el primer lugar de tráfico en Norteamérica y está por encima de otras grandes urbes como Nueva York, Vancouver y Los Ángeles. Los habitantes del Valle de México pierden 87 horas al año, debido al congestionamiento vehicular. Y no sólo es el embotellamiento el problema, sino la contaminación que producen los gases de los vehículos afectando la salud de niños y adultos mayores.
Si no buscamos desde diversas aristas soluciones viables a este grave conflicto, mañana será demasiado tarde. Hasta la próxima.