El Ejército mexicano y las fuerzas armadas en general son corporaciones responsables de cuidar la seguridad nacional, pero también hay que recordar que son instituciones de paz. Sin duda tienen una preparación profesional para defender al país de diversos riesgos y también han desarrollado una gran capacidad de organización en otras tareas.
En innumerables ocasiones, desde hace años, el Ejército se ha distinguido por su solidaridad en labores de protección civil antes desastres de carácter natural, en situaciones de emergencia o bien en campañas de reforestación en todo el país, por ejemplo, o lo mismo sucede en acciones sanitarias e incluso en la construcción de las sucursales de la red bancaria más grande como es el Banco del Bienestar. De ahí que nuestras fuerzas armadas sean una de las instituciones que reciben el mayor reconocimiento de la sociedad.
Lamentablemente en sexenios anteriores se utilizó al Ejército como fuerza represora y de combate entre los mexicanos. Todos recordamos aquellos tiempos en los que de manera absurda se le involucró en una guerra sin ton ni son.
Durante esta administración, sin descuidar su función primordial que es la seguridad nacional, se aprovechó su enorme capacidad, disciplina, entrega y lealtad a México para que participaran en tareas como la construcción de infraestructura en tiempos récord, como fue el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles o el Tren Maya.
Su trabajo ha consistido en coordinar y conducir obras que requerían una intervención de esa naturaleza para lograr el objetivo de impulsar el desarrollo del país en acciones que están transformando.
El potencial organizativo y el profesionalismo de las fuerzas militares que, como dice el presidente López Obrador, son pueblo uniformado, ha permitido avanzar más rápido en la transformación de México en beneficio de las personas, de los sectores y de las regiones que más lo requieren. En ese sentido, hay que reconocer el esfuerzo y el compromiso que cada día demuestran los soldados mexicanos en favor de todos.