Opinión

El tiempo del deseo y su apuesta

*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

No hay progreso. Lo que se gana de un lado se pierde del otro.

Como no sabemos lo que perdimos, creemos que ganamos

Jacques Lacan

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La vida humana no es destino, sino camino, y un camino que todavía no existe, como dice Machado, que se hace al andar.

El progreso, si aún podemos hablar de eso hoy en día, jamás es lineal, sino espiral, discontinuo, relativo, como Lacan lo recuerda, “…como no sabemos lo que perdimos, creemos que ganamos”.

El saber es fruto de la experiencia y no de un cálculo eterno que posterga o rechaza la acción. La acción, por su parte, es la manera de firmar el deseo, de darle cuerpo, creando un tiempo nuevo: el tiempo del deseo y su apuesta. Hechos son amores y no buenas razones –dice la sabiduría popular. En ese sentido, tiene razón Guillermo del Toro cuando dice que “el éxito es cagarla en tus propios términos”. Por otro lado, para muchas personas el vivir consiste, simple y sencillamente, en seguir un cierto orden genérico establecido, sin preguntarse si eso es lo que también desean elegir. Habitan el tiempo de su vida cargadas de los deberes e ires y venires que les marcan la rutina a la que se han entregado. Todo esto sin dejar de sentirse solas y vacías, algo les falta, quizás lo dejan pasar, lo ignoran o lo interpretan como una tontería sin importancia, pero cuando se quedan a solas y en silencio, cuando pierden algo/alguien que les funcionaba como “escudo” o “tapón” contra esa sensación falta e inseguridad, esa inquietud retorna. “Esa” inquietud, que implica una no-realización de la vida, de algo fundamental, es lo que genera la sensación de sentirse en soledad, no porque en realidad estén solas, sino porque están ausentes del deseo de vida que les es propio, y que quizás no conocen, ya que, por alguna circunstancia, han basado su vida en las expectativas de los demás, esperando que, al cubrir sus demandas, entonces aparecerá finalmente la felicidad y la realización. Nada más equivocado que eso. Si la felicidad estuviera en función de realizar las expectativas que los demás han puesto sobre nosotros, entonces todo esclavo sería una persona inmensamente feliz, y la historia humana estaría equivocada.

Interrogarse sobre el propio deseo, buscar subjetivar el deseo genérico, aquel que los demás han puesto sobre nosotros, implica renunciar a cumplir con las expectativas de los demás, para poder singularizar dicho deseo, es decir, hacerlo propio, a través de considerar al éxito como un camino plagado de “cagarla en tus propios términos”, como señala el buen Del Toro. Un camino de quiebra de ideales (de los demás y de sí mismo) para la construcción de un gesto y estilo propios.


*El autor es psicoanalista, traductor y profesor universitario. Instagram: @camilo_e_ramirez

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