Opinión

Un mural

En las calles de nuestras ciudades, entre el bullicio y la indiferencia, habitan almas cuyas voces han sido silenciadas por el olvido

Por C7 salud mental

En las calles de nuestras ciudades, entre el bullicio y la indiferencia, habitan almas cuyas voces han sido silenciadas por el olvido, la discriminación, el estigma y la incomprensión. Son aquellos a quienes hemos marginado volviéndolos invisibles, personas que luchan con el hambre, enfermedades mentales, adicciones y tantas cosas más. Así encuentran en el asfalto su único hogar.

Llegamos en punto de las siete y media con la idea de pintar un mural, estamos en un centro de readaptación social donde solo habitan hombres. Van llegando despacio al muro, los que habitan en el espacio, los que venimos de fuera. Con rodillos vamos embadurnado de pintura pedazos de un cielo que invita a la noche, ese espacio del tiempo donde las personas en condición de calle salen a buscar comida, mientras tantos otros duermen.

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A cada trazo vamos encarnado la experiencia, se abre la posibilidad de saber que hay un lenguaje universal que trasciende las barreras de la mente, un hilo conductor que permite tejernos de nuevo, tocar nuestras heridas para entender que es por ignorancia, por no saber cómo abordar este tipo de situaciones, lo que ha generado tanta violencia y de pronto, vamos dejando la indiferencia tras la puerta.

Aparecen hebras que van tejiendo conexiones donde las palabras fallan. Para aquellos cuyas mentes bailan al ritmo de una sinfonía que sólo ellos pueden escuchar, el trazo de un pincel o incluso una raya se transforma en voz. Cada color un grito, cada línea una confesión, cada forma un fragmento de su realidad interior expuesta al mundo.

Mientras que el lenguaje verbal puede ser una barrera, el arte se erige como un puente. No requiere de gramática perfecta ni de coherencia lógica; solo necesita de la honestidad cruda de la expresión. A través de la trama de un telar que se va tejiendo a modo, vamos incluyendo aquellos que han sido expulsados, que se encuentran en los márgenes de una sociedad aprisionada en sus miedos e ignorancia, encontrando en un muro blanco, un medio para comunicar sus experiencias, temores y esperanzas.

Cuando las manos de muchos se colocan sobre un mural, se produce un milagro: los estereotipos comienzan a desmoronarse. Ya no son “los que viven en la calle, los expulsados, los invisibles o los que vivimos en lo que hemos llamado normalidad”, ahora somos todos artistas, creadores, seres humanos con una profunda riqueza interior. El arte nos humaniza, permite que veamos más allá de las etiquetas y nos tejamos nuevamente por dentro, pudiendo ver en los ojos de cada ser humano la esencia de quien realmente es.


A brochazos, un mural va hilvanado, en forma de arte, algo que trasciende las diferencias, creando un espacio donde la comunidad puede unirse en torno a una visión compartida. No se trata solo de embellecer el entorno, sino de ir encarnando una experiencia que actúe como un vehículo para una cohesión social, que se ha ido desvaneciendo entre nuestros dedos.

Los trazos establecen un lenguaje visual que fomenta la conexión, promoviendo una conciencia colectiva.

El muralismo ha sido históricamente una herramienta de expresión social y política. Desde los frescos de Diego Rivera en México, hasta las obras contemporáneas en las calles de ciudades alrededor del mundo. Cuando un grupo se reúne para crear un mural, cada persona aporta su perspectiva única, lo que resulta en una obra que es el reflejo de una experiencia compartida.

Mientras reímos, cantamos… fuimos creando un proceso colaborativo que permite que se disuelvan las barreras que dividen, ahora se convierten en elementos secundarios, cuando todos estamos enfocados en un objetivo común: la creación de algo bello y significativo. El mural se convierte en un símbolo de unidad, donde cada pincelada representa no solo la identidad individual, sino también el compromiso de hacer más después de esto.

Gracias a todos los que participaron, a quienes nos abrieron las puertas de su casa para poder entrar, a Mocre quien trazó las primeras líneas, a Claudia que lo imagino. Gracias Isy por conseguir el recurso para poder llevarlo a cabo y cada uno de quienes habitan en el espacio, por ayudarnos a despertar, porque somos nosotros “los normales” quienes habitamos en una realidad que se desdibuja cuando excluimos y marginamos a otros.

¡TU IMPORTAS! Y en C7 Salud Mental, estamos para escucharte y atenderte.


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