Knud Knudsen tiene casi 70 años y lleva un cuarto de siglo como cartero de una inusual ruta de correspondencia del Servicio Postal de Alemania: tres veces a la semana recorre unos 15 kilómetros a pie hacia la isla de Süderoog, en el Mar del Norte, para entregar las cartas que son enviadas a la familia que vive en esa dirección.
El cartero, alto, delgado y de barba blanca, aprovecha la marea baja para caminar y llevar a cabo su trabajo, ya que no puede hacerse de otra forma, porque la profundidad es poca para una lancha, aunque en algunas partes el agua le cubre las rodillas. La singularidad de su oficio lo ha convertido en una celebridad local y en una noticia internacional.
Knudsen, como muchos otros carteros en el mundo, no piensa en el retiro y espera seguir entregando cartas por varios años más. Entre los muchos puestos del servicio público, el del cartero tiene una mística de trabajo excepcional y una reputación social destacada en nuestras sociedades. En México, los carteros son un emblema del binomio que representa la dedicación pública y el compromiso de cumplir con un papel para mantener oportunamente enlazadas a las personas.
No mucho tiempo después de que la escritura se consolidara entre los seres humanos, surgió la necesidad de enviar cartas y, con ello, apareció la correspondencia como la primera forma de comunicación a distancia de la historia de la humanidad.
Por siglos este intercambio de misivas en papel ha influido en millones de personas, más antes que ahora por el desarrollo tecnológico, aunque el espíritu del correo sigue vigente, porque una significativa parte de la población del planeta continúa enviando cartas en sobres y usando timbres postales para tener contacto con seres queridos, hacer trámites e incluso votar en elecciones.
Tal vez pasa con el correo algo parecido que con los libros físicos: los mantenemos vivos porque es una experiencia que no tiene sustituto y refleja un proceso de comunicación personal que mezcla nuestras emociones con nuestra razón, un fenómeno que pocas creaciones humanas pueden juntar.
El ejercicio de la escritura misma, que es un proceso mental complejo que nos permite explicar ideas y emociones a través de las palabras, su sonido y su significado, sustenta la elaboración de cartas y les da sentido a los servicios postales. Una misiva transmite hechos de todo tipo; desde los más felices, hasta los más trágicos.
La correspondencia ha sido un asunto de Estado, igual que uno personal. Es posible que muchos lectores jamás hayan esperado una carta o enviado una, pero puedo compartirles que tengo la edad suficiente para afirmar que fue en una época todo un acontecimiento familiar e individual.
La historia también podría narrarse por medio de las cartas más importantes que se han escrito y por aquellas que han involucrado a personajes de relevancia. Varios de los trámites vigentes que nos ocupan como ciudadanos pueden realizarse por escrito y, con sus diferencias, la lógica del reparto de millones de paquetes al día a la puerta de nuestros domicilios sigue la misma logística que la de los carteros.
Lo sé, porque durante los últimos años fui vecino laboral de las oficinas del Servicio Postal Mexicano, o Correos Mexicanos como también se le conoce, en la alcaldía Coyoacán. A través de su penúltima titular, Rocío Bárcena Molina, y de su equipo de trabajo, conocí de primera mano el compromiso y la vocación de servicio de miles de mujeres y hombres que consideran su profesión un deber cívico que debe lograrse sin importar los obstáculos.
Es fascinante conocer las historias de carteros que desafían al clima, viajan por días, o sortean peligros para entregar una carta a su destinatario. Felizmente hay “Knudsens” por todo nuestro territorio dedicados a mantener a las personas unidas a través de un sobre, de un timbre y de cuartillas escritas a mano, o en máquina, en pleno siglo de las redes sociales y de la mensajería instantánea.
El 12 de noviembre fue el Día de Cartero y los integrantes del Servicio Postal Mexicano avanzan hacia una modernización de la que nos debemos sentir orgullosos como ciudadanos. Ahora con una nueva Directora General, Violeta Abreu González, estoy seguro de que esa gran institución seguirá creciendo todavía más.
Todas las profesiones son nobles; quienes encuentran su vocación en alguna contribuyen a que vivamos en una sociedad mejor. Sin embargo, las y los buenos carteros aportan por una doble vía: llevan las noticias y los sentimientos de las personas ahí donde se encuentran, dejando siempre la esperanza de que regresarán con una respuesta. Felicidades a todos ellos.
**
A lo largo de la historia han existido cartas famosas que, entregadas o no, fueron claves en el desarrollo de acontecimientos que cambiaron los hechos como los conocemos. Expresarse por escrito para estar en contacto con los demás bien podría considerarse como un arte.
Knud Knudsen Mar del Norte
Virrey 1762
Joseph Lazcano