Todas y todos exigimos una sociedad mejor en la que podamos sentirnos tranquilos acerca del futuro. Planear es una característica humana y somos una especie que siempre busca la certeza y rehúye la incertidumbre; por eso los cambios pueden ser tan complejos o tomar algo de tiempo.
Sin embargo, lograr una sociedad ideal, inteligente y solidaria, en el mejor sentido de estos términos, requiere varios elementos cívicos que la mayoría debe compartir y actuar de acuerdo a ellos para que se conviertan en principios de comportamiento que sean reforzados a cada momento.
No podemos pedir vecindarios limpios, si nosotros tiramos la basura en cualquier lugar; ni apelar a una mejor convivencia, cuando nunca nos involucramos en lo que sucede en nuestra colonia. La participación es un elemento indispensable y es la que nos vuelve corresponsables de lo que sucede a nuestro alrededor.
Los equipos más exitosos, sean científicos o deportivos, comparten varias características que los transforman en grupos que, de manera constante, logran sus objetivos.
No son las conocidas rachas de victorias que en algún momento terminarán o las historias (siempre emotivas) de “cenicientas” que alcanzan la gloria gracias a una mezcla de esfuerzo y suerte.
Escribo sobre aquellas dinastías o grupos legendarios que, una y otra vez, consiguen romper sus propias metas y terminan como sinónimos de lo que significa la excelencia.
La primera de esas características es que comparten un ideal común. Saben a dónde van y qué desean obtener. En la mente de todos sus integrantes no hay una sola duda sobre la meta y lo que representa llegar a ella.
Por supuesto habrá obstáculos y dudas acerca de si es posible, o no, pero nadie pierde de vista el último objetivo. Todas las decisiones y las acciones se toman en función de ello, ya sea un trofeo o el descubrimiento de una vacuna.
En la vida podemos tener muchos ideales; la diferencia está en que un ideal se debe perseguir de manera contante para hacerlo realidad, sino se queda como un buen sueño.
La segunda característica es la confianza que tienen los integrantes del grupo de que el objetivo es realizable. Construir confianza es un proceso muy delicado, que está en riesgo de manera permanente y que, cuando se daña, toma mucho tiempo para restaurarse.
Sin embargo, los mejores equipos están llenos de confianza, en lo personal y en los demás, en sus capacidades y en su talento. Los entrenadores o los líderes de esos equipos son expertos en su campo y también grandes motivadores de la gente que encabezan, porque saben que nada impulsa más que saber que podemos superar nuestras propias expectativas.
La tercera característica son los resultados. Ponerse una meta a la que nunca llegamos es el proceso que vivimos cuando hacemos propósitos para el siguiente año: de antemano reconocemos que no los vamos a cumplir.
Una excelente recomendación que se le hace a los equipos que desean mejorar es fijarse metas de corto, mediano y largo plazo e ir comprometiendo a los integrantes para alcanzarlas en un lapso específico.
Un principio de la productividad humana indica que lo que no se mide, no se mejora; por lo que cada persona debe cumplir con ese compromiso de superarse y, con ello, ayudar a que el grupo se supere a si mismo.
Si ya somos exitosos en el campo profesional en que trabajamos y contamos con la bendición de tener una familia y un entorno en el que también podemos considerarnos afortunados, reconoceremos estas características.
Es curioso que el esfuerzo se siente menos cuando interiorizamos la importancia del objetivo que nos hemos fijado; eso nos permite concentrarnos en el camino y no tanto en llegar a la meta, porque los obstáculos y las limitaciones son parte del recorrido y están ahí precisamente para ponernos a prueba y confirmar si tenemos la voluntad de seguir adelante.
En los social ocurre lo mismo. Problemas habrá siempre en una comunidad de personas, la diferencia es qué hará cada uno de los que la forma para resolverlos y cuánto tiempo, compromiso y voluntad están dispuestos a dar para que aquellos que afecta sea solucionado.
Hemos llegado a un punto en el que debemos reconocer que, sin la participación y el involucramiento de la mayoría, no es posible ningún cambio. Estamos viviendo muchos, muy importantes, pero ese cambio de época debe llegar hasta la puerta de nuestros hogares y reflejarse en nuestro entorno. Solo así veremos los resultados que queremos.