En los últimos años, México se ha convertido en un escenario de violencia constante y desbordada que afecta a millones de ciudadanos. Los homicidios, desapariciones y hechos de barbarie no son cifras aisladas, sino parte de una realidad diaria que mantiene a los habitantes en un estado de miedo constante. La falta de estrategias por parte del gobierno y su connivencia con el crimen organizado han llevado a una crisis de seguridad que ya no se puede disimular.
Un claro ejemplo de esta tragedia es el estado de Sinaloa, un territorio que en la práctica se ha convertido en un estado fallido bajo el dominio del narcotráfico. La reciente masacre de dos niños y su padre, un crimen atroz que conmocionó a la opinión pública, es un recordatorio doloroso de que la vida en muchas regiones del país carece de cualquier tipo de garantía. La impunidad con la que actúan los criminales refleja el nivel de descomposición institucional.
Sin embargo, lo más alarmante es que, en lugar de asumir la responsabilidad y tomar acciones contundentes, morena, ha decidido cerrar filas en torno al gobernador Rubén Rocha Moya, ignorando las demandas de justicia de las víctimas.
La connivencia o al menos la falta de oposición clara de morena hacia el crimen organizado genera un mensaje peligroso: los grupos delictivos pueden operar con libertad, sabiendo que las autoridades locales y federales harán poco o nada por detenerlos.
Mientras tanto, el gobierno se empeña en maquillar las cifras de seguridad, presentando datos que intentan minimizar el desastre. Pero los hechos son imposibles de ocultar: los asesinatos, las extorsiones y las desapariciones siguen aumentando, y la realidad que enfrentan los ciudadanos contradice los discursos triunfalistas de las autoridades.
El miedo que se vive en las calles es real. Las familias han aprendido a moverse con cautela, a evitar ciertos horarios y lugares, a vivir bajo un constante estado de alerta.
En muchos casos, el pánico ya no es solo por ser víctimas del crimen, sino también por la posibilidad de que las mismas autoridades, incapaces de garantizar la seguridad, sean parte del problema.
Es inaceptable que un partido que llegó al poder bajo promesas de “transformación” y justicia social siga permitiendo esta degradación. Morena no solo ha fallado en construir una estrategia efectiva para combatir al crimen, sino que su respaldo incondicional a figuras denigrantes, como el gobernador de Sinaloa, demuestra una indiferencia total hacia los ciudadanos que sufren esta violencia.
El asesinato de los dos niños y su padre es un crimen que debería ser un parteaguas para exigir responsabilidades, pero hasta ahora solo ha habido silencio cómplice.
Los mexicanos merecemos un gobierno que enfrente el problema de frente, que no maquille cifras, que no se incline ante el crimen organizado, y que priorice la vida y la seguridad de su gente. Mientras eso no suceda, México seguirá atrapado en este círculo de violencia, miedo y desamparo.
Es momento de que las autoridades dejen de proteger intereses políticos y actúen con verdadera responsabilidad, antes de que el país se hunda aún más en esta tragedia. Al tiempo…
DETALLES. Toda mi solidaridad con Mafer Turrent, víctima de violencia vicaria y encarcelada injustamente por un sistema corrupto que protege a los agresores. Su detención es una muestra más de la impunidad que ampara a los verdaderos delincuentes. ¡Exigimos su libertad ya!