En once días los mexicanos enfrentaremos la elección más trascendente de nuestra historia: lo que decidamos en ella, y nuestra capacidad para defenderlo, definirá la calidad de vida en nuestro país por los siguientes 50 años.
El próximo dos de junio, cada mexicano que ingrese a la mampara para marcar sus boletas lo hará para elegir entre dos opciones muy claras: votar por la coalición de los partidos Pan, Pri y Prd, corrigiendo así el rumbo actual y salvando la joven democracia que gozamos; o votar por cualquiera otra opción en la boleta, y condenar al país al aislamiento y destrucción provocados por el régimen del licenciado López y su heredera.
No hay más. No hay “tercera vía”, ni complicadas jugadas de ajedrez político tridimensional: o se vota por preservar las instituciones para seguir teniendo un marco legal de libertades, en el que podamos progresar a partir del esfuerzo propio, o se vota por la sumisión ante un régimen autoritario a cambio de tres mil pesos mensuales para algunos de nosotros.
La elección que hoy se nos plantea a quienes tenemos derecho a votar, es aterradoramente sencilla; tanto, que ni siquiera deberíamos estar mirando encuestas de intención del voto, o discutiendo en torno a los debates entre candidatas: una de las opciones a elegir es tan mala, que ya nos ha costado casi un millón de muertes el haberla elegido en 2018; esa cifra por sí sola debería tener al membrete “morena” sumido en un repudio generalizado, con cada una de sus candidaturas condenada al fracaso, pero no: todavía hay mexicanos que no han comprendido la tragedia que los rodea cada día por culpa de López y “morena”. Y no son pocos.
Nos toca al resto de la ciudadanía, pues, acudir a las urnas para votar por Pan, Pri y Prd en todas nuestras boletas, para comprar otro sexenio de democracia funcional y seguir aspirando al progreso en libertad. Y nos toca hacerlo a pesar del triste nivel de la oposición en el ambiente federal: esta elección no es para proyectar a México al año 2100, sino para seguir contando con un país funcional en 2030. Nada más.
El dos de junio, los ciudadanos conscientes deberemos votar en forma arrasadora para derrotar al régimen de López, y para aguantar su embestida en contra de nuestra voluntad expresada en las urnas: en esta elección no bastará con votar; será necesario, también, vigilar la elección con lupa y salir a defender su resultado a las calles.
Comencemos llevando a nuestros familiares, amigos, socios, colaboradores y vecinos a las urnas; hagamos de la jornada electoral, una vez más, la fiesta cívica que suele ser, llevando con nosotros a
cuantos votantes podamos. Vigilemos el proceso, documentándolo y publicándolo en las redes sociales, mientras acompañamos a nuestros valientes funcionarios de casilla. Dediquemos ese domingo a defender el derecho a votar, a progresar y, sobre todo, a ser libres.
Y después, ya por la noche, enfrentemos las medidas que el régimen ejecutará para demeritar el proceso electoral y desconocer su resultado. Los días por venir pondrán a prueba nuestra ciudadanía, nuestro valor, y nuestra capacidad de movilización. Hagámoslas valer: se lo debemos a quienes vienen detrás de nosotros.
Mi siguiente columna en este medio será posterior a la jornada electoral: aquí nos leeremos entonces. Si cada uno hace su parte, será con buenas noticias.
CAMPANILLEO
El trabajo todo lo vence: no hay caudillo que se imponga a suficientes mujeres y hombres libres. ¿Cuántos de esos hay en México? Estamos por saberlo.