Praga, el arte hecho urbe

Texto y fotos: Brenda Liz Núñez

Publicidad

FOTOS: Malinalco de estreno

FOTOS: Conoce la Marina Riviera Nayarit

FOTOS: La Habana, cadenciosa con sabor a ron

FOTOS: Georgia Aquarium, un oasis en el corazón de Atlanta


Para comenzar, nada mejor que uno de los monumentos más visitados: el Castillo de Praga, que desde lo alto domina el paisaje. Es el más grande del mundo y su interior resguarda importantes tesoros, como la Catedral de San Vito, donde reposan los restos de reyes checos y del santo patrono San Wenceslao, la Basílica de San Jorge y su monasterio, hoy sede de la Galería Nacional.

¿Qué hacer? Recorrer sin prisa la Callejuela de Oro, en donde vivió el famoso escritor Franz Kafka; la Torre de Pólvor; la Pinacoteca, que reúne más de cuatro mil cuadros de importantes artistas; el Palacio de Verano; la Torre Negra o presenciar el cambio de guardia, que se realiza cada hora.  Lo mejor, es visitarlo al caer la tarde para evitar las aglomeraciones y los grandes grupos de turistas que inician justo en este punto por la mañana sus recorridos por la ciudad.

Afuera del Castillo, músicos y artistas callejeros esperan. Desde este punto, se puede apreciar una de las mejores vistas de la Ciudad Vieja y claro, del río Moldava, que divide la “Malá Strana” o la parte más antigua de la capital checa, de la ciudad Vieja o del “Staré Mesto”.

Hay que tomarse tiempo para bajar las empinadas callejuelas y admirar los edificios que las flanquean, las pinturas que las identifican o las plazas e iglesias, que en la época comunista sirvieron de graneros, pero que hoy son museos y salas de conciertos, como la de San Nicolás, en donde está un antiguo órgano que data de 1787 y que fue tocado por Wolfgang Amadeus Mozart.

Pero la belleza de la ciudad no sólo está a ras de suelo, hay que ver hacia arriba, pasando las telarañas que forman los cables de los tranvías que contrasta con el cielo praguense, pues no por nada le dicen también la ciudad de las “Mil Torres”.

Para llegar a la Ciudad Vieja, hay que pasar por el antiguo Puente de Carlos. Es uno de los cruces más saturados, así que hay que tener paciencia para admirar las 30 estatuas que lo adornan, como la de san Juan Nepomuceno, se dice que si se toca su estatua se tiene suerte. Por si las dudas, hay que tocar la figura del perro que está a su izquierda, pues se asegura que quienes lo hagan, volverán a Praga.


Recomendaciones

  1. Literatura Checa: El Proceso, de Franz Kafka; La Insoportable Levedad del Ser, Milán Kundera; Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek; Las Siete Iglesias, de Milos Urban y Fuera de Fuego de MIchal Viewegh.
  2. La cerveza es la bebida nacional como: Pilsner Urquell, con fuerte sabor a lúpulo; Staropramen, ligera y afrutada; Krusovice, pide la obscura; Velkopopovicky Kozel, de sabor fuerte y considerada por muchos como la mejor del mundo.

Praga, la vieja

Publicidad

La Plaza es uno de los puntos más relevantes, pues ahí está el reloj astronómico, que indica no sólo la hora sino las posiciones del sol, la luna y de los signos zodiacales. Puntualmente, cada hora desfilan las figuras de los Doce Apóstoles, por lo que no es de extrañar que  multitudes se congreguen puntualmente para ver este espectáculo.
Esta parte de la ciudad congrega innumerables atractivos como el Teatro de los Estados, donde se estrenó la ópera de Don Giovani de Mozart; la Casa Municipal de estilo Art Nouveau, la Plaza de los Caballeros de la Cruz, la Plaza Namestí y el Barrio Judío ―en la parte norte― en donde se debe visitar las sinagogas Pinkas, Maisel o la Española, el antiguo cementerio, con sus miles de lápidas que parecen se apilan una sobre la otra.
Las leyendas del Barro Judío o Josefo abundan, pero sin lugar a dudas la más famosa es la del Golem, cuya creación se atribuye al rabino Jehuda Loew. Por ello, no es de extrañar que restaurantes, bares, souvenirs  y hasta obras de teatro, refieran a esta figura de barro, creada para defender al pueblo y encargarse de los trabajos pesados en la sinagoga.

Praga, la joven

Pero la capital Checa tiene también su parte nueva, se le conoce como “Nové Mesto” y para recorrerla, lo mejor es caminar a lo largo del río Moldava hasta llegar a la Casa Danzante, bautizada como “Ginger y Fred”, un edificio de no más de seis pisos que semeja el movimiento de una pareja de bailarines. Siguiendo por esa calle, se llega a la Plaza Wenceslao, en cuyo extremo se encuentra el Museo Nacional. Este es un importante punto de reunión para los locales, pues su dimensión así lo permite, mide 628 metros de largo y a la fecha, sigue siendo escenario de manifestaciones políticas, como lo fue en el pasado en la Primavera de Praga en 1968 o con el inicio de la Revolución de Terciopelo, en 1989.
No es una zona muy turística pero aquí se congregan centros comerciales, hoteles,  librerías y cafés frecuentados en su mayoría por locales.

Síguenos en Google News:Google News

Contenido Patrocinado

Lo Último