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¿Por qué demoler sitios de masacres sirve para sanar como sociedad?

El tiroteo en una escuela primaria de Uvalde, Texas, es la más reciente tragedia relacionada con las armas en Estados Unidos

Sitios como Uvalde, en Texas, y Sandy Hook, en Newtown, Connecticut, siguen teniendo cosas en común: además de ser sitios donde han ocurrido algunas de las peores masacres en escuelas de Estados Unidos, ambos sitios enfrentaron destinos similares: ser demolidos como una forma de sanar ante la tragedia.

Recientemente, bajo la premisa de que “nunca se puede pedir a un niño que vuelva o a un profesor que vuelva a esa escuela”, el alcalde de Uvalde, Don McLaughlin, informó de la inminente demolición de la escuela primaria Robb, donde fueron asesinados 19 estudiantes menores de edad y dos profesores.

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La demolición de escuelas después de un tiroteo masivo refleja nuestro arraigado deseo de rituales de purificación”, explica Dimitris Xygalatas, profesor asociado de Antropología y Ciencias Psicológicas, Universidad de Connecticut

Esto no es raro. En numerosos casos similares, los edificios fueron derribados, abandonados o reutilizados tras una tragedia. Tras la masacre de Sandy Hook de 2012 en Newtown (Connecticut), esa escuela fue destruida y reconstruida en un lugar diferente de la misma propiedad, con un costo de 50 millones de dólares”, añade Xygalatas.

Lo mismo ha ocurrido en varios sitios del mundo. Por ejemplo, en 1996, el gobierno de la ciudad de Gloucester, en Inglaterra, compró la casa donde una pareja, Fred y Rosemary West, violó, torturó y mató a 12 mujeres jóvenes. “La ciudad arrasó la propiedad, quemó toda la madera, pulverizó todos los ladrillos y tiró los escombros en un lugar secreto antes de convertir el terreno en un parque”, recuerda el especialista.

En México, en agosto de 2021 inició la demolición del Casino Royale de Monterrey, una casa de apuestas donde 52 personas murieron en un ataque incendiario perpetrado por un grupo de la delincuencia organizada, ocurrido la tarde del 25 de agosto de 2011.


“A nivel visceral, esto parece obvio: la mayoría de la gente se sentiría incómoda de seguir con sus actividades habituales en el lugar de un baño de sangre. Pero como antropólogo que estudia algunas de las experiencias humanas más significativas, sé que las reacciones humanas que parecen obvias pueden ser a menudo difíciles de explicar. ¿Por qué derribar y reconstruir iba a mejorar la situación? La respuesta está en la psicología humana”, añade Xygalatas.

Para el especialista, “somos una especie simbólica”, lo que significa que “experimentamos las cosas que nos rodean basándonos no sólo en sus propiedades físicas. Nos importa su procedencia, su historia, sus conexiones y lo que representan. Esto va más allá de lo que pensamos sobre esas cosas: también afecta a cómo interactuamos con ellas”.

Xygalatas considera que la demolición de sitios que se han convertido en sedes de tragedias tiene el simbolismo de ser un ritual de purificación. “Estos rituales de purificación tienen un poderoso aspecto catártico. Los gestos simbólicos suelen hablar a nuestra psique de una manera que ninguna acción racional podría hablar a nuestro intelecto. En tiempos de tragedia, es importante reconocer este aspecto fundamental de nuestra humanidad. Porque aunque el dolor permanezca, el conocimiento de que se ha deshecho un recuerdo tangible puede ser tranquilizador”.

3 PREGUNTAS CON

Dimitris Xygalatas, profesor asociado de Antropología y Ciencias Psicológicas, Universidad de Connecticut. Es autor de Ritual. How Seemingly Senseless Acts Make Life Worth Living.


¿Cómo puede la demolición de la escuela primaria Robb de Uvalde ayudar a curar las profundas heridas que este tiroteo dejó en la sociedad?

Los humanos somos una especie simbólica. Las cosas del mundo tienen un significado para nosotros que va más allá de sus funciones directas. Nos importa mucho lo que representan las cosas, su historia y con quién han estado en contacto. Desde este punto de vista, un edificio no es simplemente un lugar de trabajo o vivienda. Tiene un significado relacionado con su historia, y una historia oscura puede hacer que se sientan manchados. Por eso, los estudios constatan que cuando se comete un asesinato en una casa, ésta pierde valor en el mercado inmobiliario.

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Estos lugares se sienten de alguna manera contaminados, no literalmente, sino simbólicamente. Y esto significa que esta contaminación sólo puede deshacerse a través de otro acto simbólico, una forma de ritual de purificación como el derribo del edificio.

Los lugares donde ocurren las tragedias se han convertido en monumentos para que no olvidemos y para que esa situación no se repita; pero lamentablemente se repiten a menudo. ¿Qué está sucediendo?

Conmemorar el lugar de una tragedia tiene como objetivo específico aprovechar esta forma de pensamiento esencialista: la idea de que las cosas tienen propiedades que pueden ser contagiosas. Cuando visité Auschwitz, el campo de concentración nazi en el que perdieron la vida más de un millón de personas, el mero hecho de estar allí me resultó inquietante. Fue desagradable, pero fue un momento muy poderoso. Puedes saber exactamente lo que pasó allí, pero estar en esos terrenos te da una reacción mucho más visceral y es más impactante.

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Además de la demolición de los lugares en los que se produce esta tragedia, ¿de qué otra forma buscan las comunidades sanar el dolor causado por estos casos?

Ya que nos centramos en el simbolismo, el ritual es una forma clave de afrontar el duelo en todas las sociedades humanas. Esto es especialmente cierto en el caso de las muertes inesperadas, cuando un ser querido es arrebatado de forma abrupta y violenta. Los rituales conmemorativos ofrecen la posibilidad de una última despedida y ayudan a las personas a aceptar su pérdida de forma algo más gradual. Aunque la interacción física ya no es posible, la interacción simbólica que tiene lugar en el contexto de esos rituales ayuda a aliviar lo que es una transición muy difícil.

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