MADRID, 22 (EUROPA PRESS)
Es la conclusión de un equipo de investigadores liderado por la Universidad de Arizona, que subraya la utilidad de tomar muestras en los penachos de material que salen desde esta luna de Satruno al espacio, aunque la masa total hipotética de microbios vivos en el océano de Encélado sería pequeña.
"Está claro que enviar un robot que se arrastre por las grietas del hielo y se sumerja hasta el fondo marino no sería fácil", afirma Regis Ferrière, profesor de Ecología y Biología Evolutiva y autor principal del estudio, quien explica que se han diseñado misiones más realistas que utilizarían instrumentos mejorados para tomar muestras de los penachos, como hizo Cassini, o incluso aterrizar en la superficie de la luna.
"Simulando los datos que una nave espacial en órbita más preparada y avanzada obtendría sólo de los penachos, nuestro equipo ha demostrado ahora que este enfoque bastaría para determinar con seguridad si hay o no vida en el océano de Encélado sin tener que sondear las profundidades de la luna", afirma en un comunicado. "Se trata de una perspectiva apasionante".
Situado a unos 1.200 millones de kilómetros de la Tierra, Encélado completa una órbita alrededor de Saturno cada 33 horas. Aunque la luna ni siquiera es tan ancha como el estado de Arizona, destaca visualmente por su superficie; como un estanque helado que destella al sol, la luna refleja la luz como ningún otro objeto del sistema solar. A lo largo del polo sur de la Luna, al menos 100 gigantescos penachos de agua brotan a través de grietas en el paisaje helado, como la lava de un violento volcán.
Los científicos creen que el vapor de agua y las partículas de hielo expulsadas por estos géiseres contribuyen a formar uno de los icónicos anillos de Saturno. Esta mezcla expulsada, que arrastra gases y otras partículas desde las profundidades del océano de Encélado, fue muestreada por la nave espacial Cassini.
El exceso de metano que Cassini detectó en los penachos evoca imágenes de extraordinarios ecosistemas que se encuentran en las profundidades sin luz de los océanos de la Tierra: los respiraderos hidrotermales. Aquí, en los bordes de dos placas tectónicas adyacentes, el magma caliente bajo el lecho marino calienta el agua del océano en el lecho rocoso poroso, creando "fumarolas blancas", respiraderos que escupen agua de mar abrasadoramente caliente y saturada de minerales. Sin acceso a la luz solar, los organismos dependen de la energía almacenada en los compuestos químicos liberados por las fumarolas blancas para subsistir.
"En nuestro planeta, las fuentes hidrotermales rebosan de vida, grande y pequeña, a pesar de la oscuridad y la presión demencial", explica Ferrière. "Los seres vivos más simples que hay son unos microbios llamados metanógenos que se alimentan a sí mismos incluso en ausencia de luz solar".
Los metanógenos convierten el dihidrógeno y el dióxido de carbono para obtener energía, liberando metano como subproducto. El grupo de investigación de Ferrière realizó sus cálculos basándose en la hipótesis de que Encélado tiene metanógenos que habitan en fuentes hidrotermales oceánicas parecidas a las que se encuentran en la Tierra. De este modo, los investigadores calcularon cuál sería la masa total de metanógenos en Encélado, así como la probabilidad de que sus células y otras moléculas orgánicas pudieran ser expulsadas a través de los penachos.
"Nos sorprendió comprobar que la hipotética abundancia de células sólo equivaldría a la biomasa de una ballena en el océano global de Encélado", afirma el primer autor del artículo, Antonin Affholder, investigador postdoctoral asociado de la Universidad de Arizona que se encontraba en París Sciences & Lettres cuando realizó esta investigación. "La biosfera de Encélado puede ser muy escasa. Y, sin embargo, nuestros modelos indican que sería lo suficientemente productiva como para alimentar las plumas con suficientes moléculas orgánicas o células para ser recogidas por los instrumentos a bordo de una futura nave espacial".